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San Roque el Chico
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FIESTAS PATRONALES

San Roque el Chico

Actualizado 18/08/2015
Eutimio Cuesta

MACOTERA | La calle, al amanecer, seguía con la jarana y el alboroto de la noche antes de que comenzara el esperado encierro

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Del 17 día, San Roque el chico, puedo contarte que amaneció calentito, con una tenue neblina que velaba un sol, que apartó de sí en un instante como a un pequeño parásito. La calle, al amanecer, seguía con la jarana y el alboroto de la noche; y la plaza de la Leña, un enjambre de juventud con vasos rellenos de un contenido multicolor, que aliviaba tanta resaca al relente de la noche; aún el escobón no había limpiado los berretes de una velada en que la bota y la vianda se hilaban de continuo; detrás de mí, los dulzaineros encabezaban una procesión de mil pandas de multicolor disfraz, que más que tocar diana, se trata más bien de la actuación de un concierto ambulante, porque hay que ver cómo lo hacen, cómo lo interpretan y cómo lo gustan; yo los considero los auténticos animadores de la fiesta.

Y sonó el cohete, anunciador de que el encierro va a empezar. Los mansos, más bien los bravos disimulados, bajaron en busca de los novillos, que habían pasado la noche en la tranquilidad del corral de la calle Príncipe. Los cabestros encabezaban la marcha, y un poco más atrás, les seguían los seis toros, cada uno a lo suyo detrás de los despavoridos mozos.

La entrada en la plaza vomitaba una masa humaba, que se abría en abanico en busca de un sitio donde guarecerse, Los novillos leales al programa y responsables en su deber de lidia, se refugiaron en los toriles, mientras los cabestros se encargaron de armar el cotarro. Se apoderaron en un instante del coso, después, desandaron el recorrido del encierro, embistiendo todo lo que se movía, sembrando el terror con sus acometidas embeleguinadas contra vallas y empalizadas; a mi amiga María, uno de los cabestros le arrebató la rebeca que sostenía con sus manos, subida en la talanquera, se probó la estameña, comprobó que no le valía y la abandonó en la acera.

Hubo que sacar dos novillos, para que los cabestro ocupasen su sitio en los chiqueros. Se emplazaron en medio del redondel, y dos desconocidos, con oficio, apartaron cada uno a un toro, y les instrumentaron dos series de derechazos con elegancia y finura. Se puso en marcha la curiosidad y alguno consiguió hacerse con su identidad. Se trataba ni más ni menos que de dos profesionales del torero, con alternativa confirmada, Esaú Fernández y Lama de Góngora, ambos sevillanos, que el próximo 27 de septiembre van a torear en Sevilla, formando terna con Borja Jiménez.

Y llegó la hora del almuerzo. Las peñas ampliaron su rato de tertulia, porque el día san Roque el Chico no hay misa en honor del Santo, ni procesión ni loa. Me colé en la peña Mexicana, o lo que queda ella, en el hervor de la anécdota llegó Manolo Barriles: "un elegido por Dios para ser el príncipe más soñador del arte de Curro". Sin duda, de todos los aficionador de Macotera es quien tiene el arte más depurado y elegante, a veces, el miedo le juega una mala pasado, que no resta lo más mínimo a la esencia y pureza de su toreo.

Y a eso de las 13, los dulzaineros 'Adobe', ataviados de payasos, se pusieron de acuerdo con los mozos de la peña Maravillas, para hacer pasar a los niños un rato de diversión. A los sones de la dulzaina, todos los niños, en fila, esperaban su turno para dar una vuelta por la calle de La Plata, montados en el anciano burro que dio nombre a la peña, bien acicalado de aparejos para la ocasión. Y, en el local, que cede, gentilmente, Morenín, los peques, a los compases de la música, bailan la silla y siguen las orientaciones del maestro de ceremonias, que no es otro que el mago Capucho. Repartieron caramelos, piruletas y globos trenzados en mil figuras, que los muchachos de la peña Maravillas entregaron a los niños a su costa, porque hay que dejar claro, que el equipo de Gobierno está ausente en estas movidas espontáneas, que son las que entretienen y crean ambiente en la fiesta.

A la corrida de la tarde, le pronostiqué un triunfo seguro por las hechuras de los novillos, pero el hombre propone y Dios dispone. Se vieron buenas cosas de Víctor Barrio, pero como ocurre siempre: bien el toro, la espada o el verduguillo deslucieron el espectáculo. En la capea popular, los mozos se repartieron, con mucho orden, los trozos de embestida de los novillos, en que se vieron cosas interesantes de futuro.

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