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Elogio a la vida, por Virginia Mota San Máximo
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OPINIÓN

Elogio a la vida, por Virginia Mota San Máximo

Actualizado 15/08/2015
David Rodríguez

Si a un loco le preguntas el porqué del placer que le da vivir su vida, es fácil que te piense demente por hacer esa pregunta

[Img #386941]O de la locura, como escribía el gran Erasmo, que mucho sabía de vida y de ironía; hay que hacerle caso. Porque la locura, que de moda lleva desde el primer pasaje del Génesis, se resignó a la vida en el momento en el que a algún imprudente le dio por poner la primera piedra.

Por esto es que hay vidas que, por azar, deciden vestir fortuna. Y es que a poco más que a ocurrencia llega esto del destino, claro está; a poco más que a comedia de revista donde uno se levanta como arena a flor de agua, es decir, como buenamente puede. Si a un loco le preguntas el porqué del placer que le da vivir su vida, es fácil que te piense demente por hacer esa pregunta. Porque al contrario de lo que cuentan los que se echan sobre las espaldas más quilates que escudos, nada hay en estas vidas afortunadas, como tampoco lo hay en la locura, que haga presuponer que serán vividas con tino, no; éstas sólo se preocupan de ser vividas. Las vidas que, por azar, deciden vestir fortuna, suelen dejar al pasado en pelotas para calzarse bien justo el presente; y en él se quedan, allí donde el blanco y el negro no puede alcanzarlas. Son estas miles de vidas las que escriben en el destino con lo que para otros son garabatos, que en realidad son los que no se enseñan, y que reflejan, como los escudos de más arriba, las luces y las sombras de su esencia. Estas vidas, por azar, acostumbran a ser releídas.

Pero hay otras vidas que se suponen. Son éstas las que sólo empiezan cuando terminan; las que acostumbran a dar las horas a tientas. Son vidas de palabras en cadena abandonadas al amor del agua. Cuando una vida supone que está viviendo, construye una realidad que ya no es, que es sólo ayer. Y es precisamente ayer, cuando éstas se conocen, que descubren que han pasado los años llenándose de ratoneras. Era Erasmo quien decía que uno puede vivir con un pie en la tumba, imagínate qué cuadro; pero hay que hacerle caso. Muchas vidas, cuando nacen, lo hacen ya en el camposanto, y allí se encadenan hasta que vuelven a ser camino, que no es más que sangre seca; y allí se quedan, agotadas por el cansancio que supone el nacer con la pierna izquierda.

Pero, al fin, todas, las de azar y las supuestas, son vidas que llegan al cabo habiendo sido vividas.

Virginia Mota San Máximo

Licenciada en Historia

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