, 21 de diciembre de 2025
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Tienen todos los triunfos
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Tienen todos los triunfos

Nunca he sido muy aficionado a jugar al tute pero alguna partidilla me he echado. Las manos más entretenidas eran aquellas en las que había algo de incertidumbre, en que hasta la última baza una pareja u otra podía ganar. Pero cuando uno de los contendientes tenía todos los triunfos -expresión que ha acabado pasando al acervo popular para indicar una situación de superioridad- no era nada divertido. Algunas veces el beneficiado, cuando al mirar sus cartas se sabía absolutamente ganador, con una sonrisa burlona o malvada (hay gente que no sabe perder y hay gente que no sabe ganar y casi siempre ambas son la misma) informaba a los demás de que no tenían nada que hacer y así se ahorraba tiempo y se tiraban las cartas y se adjudicaba el tanto directamente y en ocasiones hasta aceptando, para mayor humillación, que se anotara un doble. Por eso yo siempre he sido más de mus.

Los independentistas catalanes en el momento actual tienen todos los triunfos (los no independentistas que de momento allí vivan sólo el cuatro de bastos, el bocarrana, que donde va no gana). Pueden incumplir una ley limitándose a decir que es injusta o que han hecho la suya propia; pueden faltar al respeto a quienes creen en himnos que no son el suyo (¿qué me habrá traído a mí a la memoria lo de la sonrisa burlona?) basándose en que en realidad son los ofendidos y hay una catalanofobia extendida (¡qué extraordinaria agudeza la de Ana Freud al describir el mecanismo de la Proyección como defensa del Yo!: atribuir a otro las pulsiones inaceptables en uno mismo); pueden manipular la historia a su antojo (antes lo hicieron otros, siempre los vencedores) o deslizar en videos publicitarios que catalán es aquel que ha decidido quedarse allí,? abrazando los principios del Movimiento se les olvidó decir. Están en la misma posición con respecto a Extremadura que Alemania con Grecia (y da la sensación de que piensan lo mismo sobre la laboriosidad de sus lugareños). Tanto da que cuando cualquier extremeño reposta gasolina, compra un libro (ay! qué poquitos), usa el gas o la electricidad, reserva un billete de avión, compra en supermercados (que no sea Mercadona, que eso va a Valencia) o se merca un coche, todos esos ingresos se domicilien a efectos fiscales y se computen en Barcelona o Madrid. Ahora tienen mejores cartas y los habitantes del resto del país son, somos, sus deltas y epsilones en el mundo feliz de Aldous Huxley. Mientras la mayoría de sus ciudadanos prefirió ser autonomista -conocí personalmente a socialistas catalanes, cuando allí aún había ideologías y no religión, que votaban al andaluz Felipe González a muerte- autonomistas fueron; pero en cuanto la cosa se ha puesto fea y la situación está madura, buscan una independencia de iure que, salvo en lo económico, ya tienen de facto y a la que bien pronto todos nos acostumbraremos. Fuéronse y no hubo nada. No somos el ombligo del mundo. Hay otras cosas en que pensar. Como dijo Pavese: Será como dejar un vicio, en su conmovedor poema: "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos".

Pero lo que es peor: para intentar llevarse las diez de últimas después de que le hayan cantado las cuarenta en la cara un par de veces, por seguir con el símil tutero que no tuitero, el presidente del gobierno presuntamente saliente se guarda el cuatro de espadas para ver si le salen de dos y decide mencionar como quien no quiere la cosa la reforma de la Constitución que antes negaba. Por la otra parte sus adversarios políticos, bastante confusos y divididos, sacan a pasear las asimetrías federales. Y ahí, precisamente ahí, es donde habrá que tomar decisiones de verdad relevantes. Así que es el momento de recordar que las leyes no las hacen los ciudadanos sino sus representantes políticos en el Parlamento por mucho que los últimos movimientos del tipo Podemos intenten cambiar eso postulando una política casi asamblearia en la que las decisiones legislativas parece que podrían llegar a tomarse en los patios de vecinos o en las redes sociales. Pronto los votantes del PP podrán sentirse engañados (si no se sienten ya) al ver que sus representantes ignoran los principios que prometían defender sobre la unidad nacional y se acercan a tesis discutidas y discutibles. A los que nos creíamos de izquierdas (¿será que no lo soy?) ya nos rompieron los esquemas cuando IU comandada por un tal Madrazo, del que ya poco o nada se oye por cierto, se adhirió al Pacto de Estella o, más recientemente, cuando mi sindicato, han leído bien, un sindicato de trabajadores como es Comisiones Obreras en su federación catalana (!) firma acuerdos para la autodeterminación con la ANC diferenciando por lo que se ve entre sudor y suor. ¿Qué se hizo de la Internacional Socialista?. Siempre he mantenido que la expresión "izquierda nacionalista" es un oxímoron.

En fin, no todos los juegos son como el tute, de suma cero, en el que unos ganan y otros pierden. Hay una interesantísima rama de la Psicología centrada en el conflicto y hermanada con la Economía que utiliza los paradigmas de la teoría de los juegos. En la mayoría de ellos se gana y se pierde algo, por lo que es preciso saber ceder, y en casi todos se trata de pasárselo bien y no importa quien tenga los triunfos. Al fin y al cabo, siempre se vuelven a repartir las cartas. Mientras espero a que lleguen los tiempos para jugar ese otro tipo de juegos corro a comprar los poemas en catalán de Joan Margarit antes de que lo conviertan en un poeta extranjero y me cobren un arancel.

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