Hay muchos momentos en los que nos sentimos identificados por los significados de las canciones y por las emociones que desprenden, por eso no es de extrañar que todos aquellos que no pueden crear una canción para explicarle a alguien como se sienten, busquen la manera de decirlo con una que haya escrito otra persona para tal efecto.
Declaraciones de amor o malestar por desamor son las temáticas musicales que solemos utilizar, con más frecuencia, para exponer a otras personas cómo nos sentimos en un momento determinado, pero si nos paramos a pensar, ¿Quién no ha hecho una lista de reproducción a la hora de emprender un viaje? o, ¿quién no ha hecho una compilación de esos éxitos del año cuando se está organizando una fiesta para los amigos?
En las celebraciones pasa lo mismo, por ejemplo, en las bodas es cada vez más frecuente encontrarnos con momentos emotivos creados especialmente por los novios para el asombro de todos los asistentes y por eso eligen meticulosamente la música que quieren que suene en momentos determinados, utilizando música preexistente para crear una especie de banda sonora durante todo el evento (banda sonora que se paga con la pertinente tasa, nada barata, a la SGAE). Antiguamente era el encargado de la música, aquel pincha o D.J., el que elegía la música estándar para cada ocasión, pero cada vez más los novios prefieren elegir su propia música basada en momentos especiales de su vida, pasando lo mismo con el Vals o baile de entrada.
Todo esto significa que tenemos un criterio musical que se ha ido fraguando durante años, que la música está dentro de la cultura popular de todos y que según la música que se elija para los demás, se puede conocer un poco más a la persona en cuestión. Muchos se dejan llevar por las listas de los 40 principales y otros prefieren buscar en su discoteca personal para ofrecer sus mejores recuerdos musicales. Y es que, queramos o no, la música nos acompaña durante toda la vida.
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