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Estamos de fiesta
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Estamos de fiesta

Actualizado 09/08/2015

Llevamos un verano, como todos los veranos, intensos en días de feria y fiestas. Esto es España, esto son sus pueblos y sus ciudades: un cúmulo de alegría, de baile y bullicio. No se concibe España de otra manera. Es la España de la verbena, de las peñas, de los toros, de la banda por las calles, de los cohetes, de los fuegos artificiales, de las terrazas llenas. Castilla y León en este aspecto no le va a la zaga a las comunidades autónomas de primera, como Cataluña, País Vasco, Galicia, Andalucía o Navarra. Podríamos decir que en este aspecto competimos al máximo nivel. Algo es algo. Tenemos tantos santos, santas y vírgenes que celebrar, o más , que cualquiera, y de ahí que el pueblo se lance a las iglesias primero y a las calles y plazas después para honrar a sus patronos o patronas.

[Img #378850] Estas fiestas nacieron hace muchos años, siglos. Unas veces para conmemorar que la virgen correspondiente libró al pueblo de la peste, otras porque trajo la lluvia a los campos resecos, en muchos casos porque se apagó un incendio de forma milagrosa o, sencillamente, porque una mano benefactora ayudó a que la cosecha fuera abundante. Siempre detrás de cada cristo, santo, santa o virgen hay un motivo de agradecimiento o un intento de pedir protección a quienes tienen tanta influencia en el cielo.

Las fiestas se extienden por la piel de toro durante todo el año, pero se concentran especialmente en junio, julio, agosto y septiembre. Antes en estos pueblos castellanos y leoneses de pan llevar el verano, largo como un año sin pan, duraba tres meses de ardua faena hasta la recogida del grano, dependían de un trabajo agotador e interminable, pero ahora los tiempos han cambiado mucho al estar tan mecanizado el campo. Ahora los jóvenes andan de pueblo en pueblo de fiesta sin la carga del sueño de antes. Ahora se mete pronto el trigo y la cebada en la panera y hay más tiempo para la juerga.

La pena es que todavía queda mucha gente que encuentra satisfacción en pegar palos a las vaquillas o a los novillos, cuando no alancearlos de forma cavernícola, pero cada vez van quedando menos. Los parientes de las acémilas están en franco retroceso. La alegría y la fiesta se pueden manifestar sin necesidad de recurrir a un primitivismo innecesario. El baile al aire libre, las comidas y meriendas en las bodegas y las peñas, y otras manifestaciones gastronómicas, o culturales, son muestras de que evolucionamos y que es posible la armonía de los tiempos pasados con los nuevos.

La fiesta es el contrapunto al quehacer diario y forma parte indisoluble del sentimiento del pueblo, en este caso unido por un alma común ricos y pobres, altos y bajos, guapos y feos, todos en el mismo escenario haciendo buena esa frase que reza en la población segoviana de Sepúlveda: "aquí nadie es más que nadie". Una maravilla de integración social y política. Es más, siempre he creído que las dos claves de la unión de España desde hace 500 años han sido la religión y la fiesta. Sobre la religión lo vieron tanto claro los Reyes Católicos que tomaron aquella histórica decisión de expulsar a judíos e islámicos.

Sobre la fiesta se encargó la Iglesia con el fin de festejar a sus santos, y el pueblo se apuntó a lo lúdico para despertar del letargo que le producían los largos sermones medievales y posteriores, que nada interrumpía a la oración la alegría callejera de los feligreses.

Y así continuamos con la evolución lógica que han marcado las leyes, las costumbres y los tiempos. Erasmo en su "Elogio de la locura" critica esa competencia cristiano-católica de querer más a los santos y a las vírgenes que al propio Dios, e incluso que en cada pueblo, comarca o ciudad haya esa profusión de nombres para nombrar a la misma Virgen, pero es que Erasmo no se paró a pensar en la importancia de la fiesta exclusiva de cada lugar. Erasmo era un tipo serio y estudioso poco dado a la fiesta y por eso nunca entendió este carrusel y este folklore pagano religioso.

El gran Jesús Cifuentes, vallisoletano de ascendencia salmantina (Mieza de la Ribera), vocalista y líder de Celtas Cortos, publicó hace algunos años un disco excepcional que titularon "nos vemos en los bares". Pues eso, ahí nos vemos estos días. Y en las casetas. Y en las carpas de feria. Y en la verbena. En la fiesta, vamos.

Salamanca, Valladolid, Medina del Campo ya están con la puerta entreabierta. Pues a disfrutar, que bastante duro nos hacen el día a día los políticos incapaces y corruptos y los agoreros pesimistas que nos fustigan con la vida del más allá mientras se olvidan de esta tan cercana, real y concreta.

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