Boinas y barretinas

Muy dilectos lectores míos, cada vez que vengo a devolver al sobrino soberanista al Ampurdán me asaltan tantas reflexiones que tendría para escribir columnas hasta Navidad, sin embargo, en cuanto agarro los cuadernos de Pla y levanto el mar en plan cuadro Daliniano ?estoy justo en el centro del triángulo entre Figueras, Cadaqués y Púbol- me asaltan las dudas, inmersa como estoy en el mosaico de la tierra de los payeses. Pues sí. dilectos lectores, porque sería muy fácil despotricar contra tanta bandera estelada y tanto cartelito diciéndome que cada pueblo que paso está adscrito a la declaración de independencia, pero eso no es todo... unos kilómetros más allá, la playa está a rebosar de holandeses, franceses y alemanes que le recuerdan al mi querido calvo griego al que tanto extraño que aquí la pela es la pela. Por eso hablan inglés hasta las piedras, claro que cuando uno se interna por las rutas dalinianas la cosa cambia, los sembrados ahítos de manzanas tienen una población inmigrante que por no hablar, no habla ni su lengua, y conviven en las calles con un turista interior barcelonés elegante y orgulloso de lo suyo que, por supuesto, parla catalá.

En este mosaico diverso y un tanto desproporcionado, las amigas de mi hermana guardan el acento extremeño o andaluz de sus orígenes y pasan el verano trabajando como si no hubiera mañana ni recuperación económica como esa que se lleva a la boca Rajoy.

Un tópico es bien cierto, esta es una sociedad tremendamente trabajadora, constantemente laboriosa que desde muy temprano, me hace el efecto de una colmena siempre en sordina, siempre funcionando.

Y mientras las calles se llenan de visitantes que pasean, recolectores que pasan su domingo de asueto y columnistas despistadas, pienso que este trocito de tierra tan cercano a Francia y tan particular tiene sus propias reglas y para mantenerlas no hace falta poner barreras ni hacer declaraciones institucionales. Aquí, sencillamente, fluyen las cosas como año tras año y mi sobrino se va haciendo mayor dándole aún más patadas a la gramática parda, pues habla el castellano traduciéndolo del catalán de la escuela por muy charra que sea su lengua materna.

Ya ven, a mí las visitas familiares me dan para mucho, por eso regreso en el AVE rezándole a Santa Ana Pastor bendita a ver si se decide a hacer pasar el tren a Portugal por un sitio o por otro, que al final para contentar a extremeños y salmantinos darán un rodeo y todos contentos, que para algo hay pronto elecciones y le suben el sueldo hasta a los funcionarios. Claro que cuando hago el cálculo de tan generosa oferta para comprar mi voto me descoyunto de risa porque me dará para cenar en Chamartín esperando al Media Distancia. Menos mal que viene uno mareada de la Alta Velocidad y lo único que necesito es pasar a por un periódico, porque uno no tiene remedio y le gusta el papel y hasta las camisas de Varufakis... y es que a mí no me pone ninguno más que el griego, vaya donde vaya, esa es mi única certeza, afirmo.

Charo Alonso

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez