Reconciliarse con el pasado

En el tiempo en que Michael Lapsley ha presentado en tres ciudades de España (Sevilla, Madrid y Barcelona) su libro "Reconciliarse con el pasado" escojo hablar de lo que él ha hecho su lucha y su bandera: la reconciliación y el perdón, aunque no sin antes recomendar, a los que no conozcan a este Padre anglicano que luchó contra el apartheid en Sudáfrica donde recibió una bomba que le dejó sin las dos manos y sin un ojo, a leer sobre él y sobre el "Institute for healing of memories" y a escucharle hablar en YouTube.

Quién no se ha sentido alguna vez herido o le han hecho daño, físico o psíquico, o ha sufrido algún accidente, pérdida, enfermedad o experiencia traumática, en la propia carne o en la de los más próximos. Donde ha habido daño tiene que haber reparación y a eso lo llamamos sanación o reconciliación. La "sanación de la memoria" o el "reconciliarse con el pasado" es encontrar la manera, el camino, para quitar el veneno, el odio, la rabia, la ira? que lo que hemos sufrido como traumático ha dejado dentro de nosotros e integrar lo que nos ha pasado. No significa olvidar, sino seguir recordando pero no llenos de ira, sino de paz en nuestro interior. Esto se puede decir en unas pocas frases pero para muchos constituye un trabajo y un viaje largo, incluso de décadas, hasta conseguirlo. Pero si no recorremos ese penoso camino para reconciliarnos con nuestro pasado, con nuestra historia? nos convertimos en víctimas para siempre, nos esclavizan, y aquello que no nos ha matado físicamente acaba asesinando nuestra alma, nuestro espíritu.

Cada uno debe de encontrar su propio camino para sanarse de su perdida, debe recorrer su jornada de sanación. Hay gente que suele decir que "necesita tiempo" para reconciliarse. El tiempo a veces cura, a veces proporciona el espacio necesario para ello actuando como espejo en el que aprender a mirar nuestra alma doliente con cariño, nuestra herida; pero en ocasiones el tiempo es un arma de doble filo y un enemigo peligroso que sirve para enterrar y bloquear lo vivido con todo el veneno y todo el dolor enquistado debajo de manera que se convierte en una vía subterránea de conflicto para el futuro pues ese veneno permanece ahí listo para contaminar las nuevas oportunidades que aparezcan.

Los seres humanos lloran. No necesariamente "hacia afuera" con lágrimas y gemidos audibles y visibles, también "hacia dentro" y hay que permitirse llorar. Es humano sentir dolor y es importante expresarlo sin que nadie te diga que "estás equivocado" por sentirte así. El problema viene cuando nos quedamos atrapados, paralizados y estancados eternamente en esa queja autocompasiva sin ir intentando trabajar nuestra propia recuperación, ir buscando esa paz interior. El dolor va a ser siempre parte de tu vida y de lo que eres, eso no significa que no puedas seguir adelante con ello.

Perdonar es un proceso paralelo y aparte que en algunos casos, como las pérdidas causadas por accidentes imprevisibles o en el caso de la muerte, pueden no estar sobre la mesa. Es distinto "perdonar" que "reconciliarse" con lo que pasó. Para algunos, el perdón es el primer paso para la sanación y para otros sólo la culminación del proceso, cada situación es diferente aunque en general siempre cuesta un poco más de lo que exige nuestra religión? pero lo que está claro es que del perdón brota la oportunidad de una nueva vida y una vida plena e integrada, sanada, reconciliada.

Al final, el modo en que cada uno se enfrenta al dolor, hace frente a sus heridas, al daño que le hacen? varía en función de las situaciones y momentos particulares de cada uno? pero, creo que lo que no cambia es que en algún punto hay que parar y preguntarse: "esto que ha pasado y que tanto me hace sufrir, ¿quiero que me haga crecer o disminuir?". Y ponerse en marcha porque todos, empezando por uno mismo, merecemos una nueva oportunidad.