Jueves, 30 de enero de 2025
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¡Palabra de roedor!
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¡Palabra de roedor!

Pero todo eso ya os lo contaré en otra ocasión, ¡palabra de roedor! Con esas palabras mi nieto Izan, de 8 años, finalizaba la lectura de "El robo del diamante gigante", una de las aventuras de Gerónimo Stilton, el ratón periodista e investigador creado por la escritora italiana Elisabetta Dami, era el primer libro que leía de principio a fin él sólo.

Es casi seguro que para la mayoría de ustedes este hecho no signifique gran cosa, pero para mí fue un momento muy especial, un momento mágico, al que tuve la suerte de asistir asombrado y orgulloso, pues fui consciente de la transcendencia de un acontecimiento sin igual como es el de ser capaz de dar sentido y comprender el significado de un texto. A partir de ese instante a mi nieto mayor se le abrió de par en par un universo infinito.

Siempre he considerado la lectura un aspecto básico de la vida. De pequeño cada noche le leía historias y contábamos cuentos ant[Img #363143]es de dormir ? lo seguimos haciendo ? y al ver que ahora él sólo era ya capaz de leer y terminar un libro, sentí algo muy especial, ese placer que produce saber que has hecho algunas cosas buenas en la vida y me invadió un orgullo reconfortante. Pero casi más importante que el hecho en sí fue que él mismo dijo que quería leer más y tuvimos que ir a la librería Cervantes a por dos aventuras nuevas de aquel singular roedor.

En mi opinión el interés por la lectura, junto con la escritura, son unas de las más importantes herencias que podemos dejar a aquellos que - ya hoy - son los dueños del futuro. Pero debemos tener muy presente que terminan por hacer, por aprender, lo que nos ven hacer a nosotros, más que aquello que les digamos que hagan, por eso el ejemplo es básico en todo este proceso. Y es que el buen lector no nace, se hace, porque leer es un hábito adquirido.

La lectura es un extraordinario escaparate para asomarse al mundo que nos rodea. No sólo aporta conocimientos, también nos ayuda a comprender nuestro entorno y a los demás, nos permita rememorar la historia de aquellos que nos precedieron. Leer es distinto a estudiar, porque leer debe ser un acto voluntario, lúdico, satisfactorio, cuyo fin no sea otro que disfrutar. Sé que en esta sociedad de la imagen puede resultar algo más complicado, pero el soporte no es tan importante como el contenido de lo que leemos.

Con un libro uno nunca se siente solo. Cada uno de ellos es un universo completo que nuestra imaginación puede recomponer a su antojo. Como escuche decir a una escritora, perdonen que no recuerde su nombre, cuando un libro es publicado deja de pertenecer a su autor o autora, adquiere vida propia y sus futuros lectores lo reconstruirán, le darán nuevos sentidos y lo llenarán de matices diferentes según sus vivencias particulares.

Pero, por encima de todo, la lectura nos permite imaginar, sentir emociones, nos aporta criterio, opinión y libertad de elección. Conocer es el primer peldaño, para llegar a comprender y, más tarde, alcanzar el "rellano" del respeto, base de las sociedades avanzadas. La ignorancia nos hace débiles, vulnerables, manipulables.

Con un poco de imaginación partiré de viaje enseguida a vivir otras vidas, a probarme otros nombres, a colarme en el traje y la piel de todos los hombres que nunca seré. Así reza la letra de Joaquín Sabina en la canción "La del pirata cojo". Todo eso nos permite la lectura y la escritura y tras ello se encuentra la libertad, la libertad de elegir: Pero si me dan a elegir entre todas las vidas yo escojo la del pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo, con cara de malo, el viejo truhan, capitán de un barco que tuviera por bandera un par de tibias y una calavera.

Recuerden las palabras de Jorge Luis Borges: Uno llega a ser grande NO por lo que escribe, sino por lo que lee. Así que lean todo lo que puedan y después podrán elegir la "vida" que más les guste. Por cierto, yo en la propuesta de Sabina hubiera elegido otra vida, probablemente la de mercader en Damasco, pero esa es la grandeza de poder ejercer la libertad.

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