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Ir a contracorriente
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LA MIRADA EXTERNA

Ir a contracorriente

Actualizado 21/07/2015

Me gusta ir a contracorriente. Es más, me gusta vivir a contracorriente, incluso sabiendo que nadar, avanzar o ir a contracorriente requiere utilizar mucho más esfuerzo que dejarse llevar por la corriente.

Hoy 24 de mayo de 2015 es en España el día de las elecciones; ir a favor de la corriente sería escribir hoy sobre las elecciones, incluso no sabiendo hasta el final del día el resultado de las mismas. Reconozco que cuando decido no hacer lo que la gran mayoría hace, siento placer. Por eso suelo votar a partidos perdedores, por eso no suelo ir a ver películas de gran éxito, ni leer libros números uno de ventas. Si puedo, tomo vacaciones cuando la mayoría no las toma, o las comienzo o las finalizo en días nada previstos. Ir a contracorriente exige más esfuerzo, es verdad, pero a cambio te sientes un individuo que decide lo que desea, dentro de lo posible. El riesgo es que en cualquier momento alguien te diagnostica de "antisistema", o te encuentras en soledad, cuando todo el mundo está viendo ese partido de fútbol o comprando en el centro comercial. Incluso con estos riesgos, me gusta ir a contracorriente.

[Img #316656]Hay una parte en mí aparentemente contradictoria: me encanta el "sentido común". El sentido común ha hecho que en mi vida haya solido hacer lo que he deseado: he trabajado en lo que me ha gustado, he escrito sobre lo que me interesaba, he conocido a la gente que quería conocer y solo he comprado aquello que he necesitado o que he juzgado de calidad no sobrevalorada. Hace años pensaba que tener "sentido común" era estar con las ideas y prácticas de la mayoría; pero la realidad me ha mostrado, tozudamente, que año tras año el sentido común se volvía más y más minoritario. Sobre todo cuando estás dentro de alguna- de cualquier- institución el sentido común se evapora. No he tenido más remedio, finalmente, que admitir que las instituciones tienen como único objetivo el perpetuarse a sí mismas, su propia subsistencia. Aunque tengan en sus siglas la intencionalidad más supuestamente objetiva o altruista. En el libro que acabo de publicar "El diablo vestido de fraile", sobre una dolorosa crisis que sufrió el Padre Antonio Soler dentro de su comunidad, la Orden de los Jerónimos, aparece claro este fenómeno: cómo las instituciones poco a poco se van alejando de los objetivos iniciales para los que supuestamente fueron creadas, hasta transformarse en grupos ciegos a la dirección hacia la que se dirigían. El individuo a contracorriente sufre (como le pasó a A. Soler), pero, en contrapartida, no está anestesiado y eso le permite acceder al placer, más intensamente que la mayoría. Por ejemplo componer un Fandango que es la expresión de esa alegría de vivir que, como dice mi vecino, no admite dogmas o recetas del abuelo, ajenas a un alma libre.

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