¿Qué os ha hecho Él?

La casualidad ha querido que dos noticias simultáneas me den pie para el comentario de hoy. Por un lado, en nuestro Museo del Prado acaba de presentarse la extraordinaria estatua del niño san Juan Bautista , obra de Miguel Ángel, una vez restaurada después del bárbaro atentado que sufrió en la capilla del Salvador de Úbeda, durante nuestra Guerra Civil, donde fue reducida a fragmentos y la cabeza arrojada al fuego. También en estos días, los medios de comunicación informan de la detención de varios anarquistas, presuntos autores de atentados contra templos de la Iglesia, entre otros de la Basílica del Pilar y la Catedral de La Almudena, en los que fueron colocados sendos artefactos explosivos en 2013 con la clara intención de causar daños materiales y personales. La Providencia se encargó de que en Zaragoza no fueran demasiado graves las consecuencias y de que la policía desactivara a tiempo el de Madrid.

Esa fijación contra los símbolos de la Iglesia católica por parte de algunos grupos anarquistas se incubó hace cien años y, de vez en cuando, reverdece a manos de algún anticlerical enfermo de odio. Y digo enfermo de odio porque de otra forma no puede explicarse cómo puede un ser humano, en su sano juicio, estar dispuesto a terminar con un templo de oración y quienes en él se encuentren. Pero claro, se conoce que los que así actúan son herederos de aquellos que demostraban sus ideas profanando momias, quemando iglesias, asesinando religiosos o "fusilando" estatuas.

Más de una vez me he preguntado qué buscan con esas acciones. Si se pretende acabar con el cristianismo, vano intento porque lleva veinte siglos soportando persecuciones y cada vez tiene más adeptos. Si, por el contrario, lo que se busca es torcer el ánimo y las creencias, basta con fijarse en el santoral lleno de personas que dieron su vida poniendo la otra mejilla.

Para quienes mantienen en su credo acabar con la Iglesia y todo lo que ésta representa, conviene que sepan que Jesucristo ya advirtió a sus discípulos que sufrirían persecución ?y algunos, martirio-. A pesar de ello, aquí están los resultados: en este mundo, el cristianismo es la religión con mayor número de seguidores, más de 2.000 millones. Es decir, empleando la violencia, no se acaba con los cristianos. Además, es curioso que quienes pretenden exterminar a los cristianos ?y no a otras religiones, también se muestran ofendidos cuando la misma Iglesia reconoce pública y solemnemente a sus mártires.

Es cierto que en la Iglesia ?no olvidemos que está formada por humanos- existen personas que, por su conducta, merecen la reprobación y la aplicación de la leyes. Pero no seamos cínicos ¿en qué colectividad no las hay? Por cada religioso que falta gravemente a su cometido ?quedamos en que son humanos-, hay muchos miles que dejan diariamente su vida atendiendo a pobres, enfermos, o perseguidos. Hombres y mujeres inmensamente felices con su misión, e inmensamente queridos por los colectivos que atienden. Pero esta forma de vivir, ante los abducidos por el anticlericalismo, no "vende".

En pleno siglo XXI, hablar de democracia y de anarquismo es querer mezclar el agua y el aceite. Si tanto criticamos la conducta de quienes, amparándose en ideas religiosas, practican la barbarie terrorista con verdaderos alardes de ensañamiento y publicidad, ya va siendo hora de que el mundo occidental defienda sus ideas respetando la libertad y los derechos de los demás. Y, desde luego, sometiéndose al imperio de la ley, como todo el mundo. No es de recibo reclamar justicia en unos casos y querer saltársela cuando deba ser aplicada a los nuestros.

Francisco López Celador

Cantalpinés