De la impaciencia del reencuentro al sabor amargo de las despedidas, todo es posible entre maletas y el ir y venir de los viajeros
De la impaciencia del reencuentro al sabor amargo de las despedidas. De las maletas cargadas con todo lo que uno quiere hacer o decir a las que ahora, en el momento de subir al autobús, portan lo que no se hizo o no se dijo. Una extraña, y en ocasiones rocambolesca, mezcla de sentimientos que, día a día, hora a hora, se queda impregnada en las paredes, el suelo, como el olor de la gasolina y el ruido de los motores en las dársenas. Todo eso lo piensa, casi sin querer, desde su ventana, la misma desde la que otea en la distancia el ir y venir de los pasajeros de la estación de autobuses de Salamanca. Puede que un día también haga la maleta.
Fotos: Pablo de la Peña