Podemos, Grecia, un Crucifijo y la hoz y el martillo

Desde las pasadas elecciones municipales en que la sociedad española pudo comprobar lo que se cuece debajo de las alfombras y en el sótano de la política española, en el que se ha dado cuenta que conviven con caracteres y actitudes poco usuales hasta ahora, que sorprenden y en algunos casos irritan. Pasando por ver como un país de los democráticos, occidentales y del primer mundo atraviesa el desierto e la escasez del dios que adora y todo lo mueve: El dinero. Llegando hasta el día de ayer en el que un símbolo casi sempiterno como es la representación humana del hijo de Dios es clavado sobre la simbología marxista de la hoz y el martillo. Todo, absolutamente todo cuanto está ocurriendo ha despertado las conciencias de algunos y algunas biempensantes ciudadanos y ciudadanas quienes reclaman orden y cordura y entre la sorpresa, la rabia, la ira y el anonadamiento se emiten juicios y se dictan discursos entre apocalípticos e incendiarios, más evidentes que nunca gracias a la Social Media, la redes sociales.

Uno que no ve televisión desde hace tres años y tampoco lee periódicos. Que se limita a buscar la información que precisa para cada momento de su vida, pero que utiliza las redes sociales para trabajar se encuentra con que los muros de muchas de estas plataformas sociales están llenos de este tipo de mensajes antes descritos y, sin querer, se para a leer y se sorprende de lo que ve y escucha.

Los tambores y las trompetas, las banderas y estandartes de antaño han dado paso a imágenes y proclamas en los muros de miles de personas que vuelcan sobre ellos sus emociones y sentimientos con total libertad, lo que permite realizar un análisis del ambiente social del momento. El resultado de esta encuesta es: SORPRESA. Estoy absolutamente sorprendido de ver como la gente se desagarra las vestiduras, insulta y amenaza a todo aquel que no piensa como él. La sociedad española que me rodea, la más inmediata a mi realidad está crispada, en mi propia familia, entre mis amigos y en mi entorno de trabajo la crispación es la nota dominante. Soterrada, callada, crece entre los sentimientos personales y aflora ante episodios catalizadores que convocan y hace converger el sentimiento arrojándolo frente a terceras personas sin pudor y sin respeto.

Crisis económica o de valores, dicen algunos. Crisis de humanidad por desconocimiento entiendo yo. El hombre y la mujer del siglo XXI aún no entienden que es "ser humano". No comprende que son las palabras y los sentimientos el arma más poderosa que posee y nadie le ha enseñado a emplearlas. Admiramos a los poetas y la poesía por la belleza en la palabra, nos emocionamos y damos valor a las emociones más expansivas, pero desconocemos su vital funcionamiento y menos aún su gestión. En el marco de una libertad política hemos entendido que todo vale en el marco humano y disponemos de nuestra mente, sentimientos y cuerpo y lo exponemos a situaciones cuyos daños desconocemos. Sencillamente nos autoinmolamos, nos quemamos vivos en un grado de inconsciencia tal que sorprendería al más pintado si pudiera verificarse por un sistema métrico cualquiera.

Seremos más listos, tendremos más información y más libertad política, pero seguimos bajo la tiranía de la inconsciencia provocando con ello irreparables daños a nuestro entorno. Las puntas del iceberg son los titulares de los periódicos y las páginas de sucesos que nuevamente retroalimentan en una espiral sin fin un modo de vida cainita y suicida.

Pese a todo tengo esperanza, ¡Que digo!, ESPERANZA, TENGO ESPERANZA. Sí, creo en el hombre y la mujer como criaturas llamadas a dar cotas de excelencia en el desarrollo humano que llenarán los libros de historia y sorprenderán a las generaciones futuras y, entre col y col, habrá lechugas, seguro, es inevitable pues de todo hay en la viña del Señor.