El buen gobierno

El vendaval griego sigue a toda pastilla. Tras los seis meses desde que Syriza ganó las elecciones y los últimos de negociaciones entre la UE y Grecia, con la esperpéntica escenificación que hemos vivido estos días, referéndum incluido, todas las preguntas, por parte de los legos en la cuestión (que somos la mayoría), se agolpan: ¿es Grecia víctima de la UE?, ¿somos los países de la zona euro unos panolis a los que nos tanguean los griegos, acostumbrados a no dar palo al agua desde Aristóteles, como ha dicho Eduardo Mendoza?, ¿pone de relieve todo esto que la UE y específicamente la zona euro no es para todos?, ¿la economía puede funcionar al margen de la política, o a la inversa, políticamente podemos saltarnos a la torera la economía?, ¿hay que respetar los compromisos de los gobiernos anteriores, aunque sean lesivos para nuestro país? Y tantas más?

El acuerdo firmado en los últimos días para obtener un tercer rescate de Grecia, es impugnado por un sector importante del partido del presidente que lo ha firmado y en las calles las manifestaciones se suceden. Por el contrario, en Alemania y Finlandia hay una fuerte opinión pública que no ve a Grecia en el euro y cree que no cabe más solución que su salida, incluso hay quienes la ven fuera de la UE. La política que estamos percibiendo estos días refleja tensiones al límite, parece que nos vamos a quedar sin aire.

Detrás de todo ello, la gran cuestión, el buen gobierno democrático, ¿en qué debe consistir? Algunos olvidan que formar parte de la UE y de la zona euro supone asumir unas obligaciones, no se trata solo de recibir derechos. Es algo que nos concierne a todos, incluidos los ciudadanos, pero tampoco es extraño que así suceda: el déficit democrático de la UE ha traído consigo que vivimos al margen de sus problemas, pues ni idea tenemos de quiénes son nuestros representantes. Si hiciésemos cinco preguntas básicas a los españoles sobre la UE, muchos no podrían contestarlas, ¿pero se ha hecho algo para informar y educar en los fines y fundamentos de esta macroinstitución? Muchos europeos han visto a la UE como una oportunidad para salir del subdesarrollo o para mejorar notablemente su vida, sin mayores disquisiciones, ¿cómo esperar en el caso de los griegos una madurez ante los graves problemas a los que se enfrentan?

El buen gobierno no es un gobierno utópico, que vive al margen de la realidad, sino el que la asume y trata de transformarla hasta el límite de sus posibilidades. Ello supone, en democracia, no desvincular jamás política y economía, pues van a la par. Al igual que en cada casa somos conscientes de que no podemos gastar lo que no tenemos, que tratamos de equilibrar en la medida de lo posible ingresos y gastos, y que cuando recurrimos a un préstamo debemos palparnos la ropa y no pedir lo que no estamos en condiciones de devolver, un buen gobierno democrático ha de tener el mismo sentido común.

Cuesta mucho tragarse la píldora amarga de que Grecia tenga unos gastos de defensa desproporcionados, o que los grandes armadores helenos no estén a la cabeza en el pago de los impuestos, o que las jubilaciones hasta hace poco pudieran producirse a edades que sumirían en el desastre a cualquier sistema de seguridad social, o que la administración pública tenga unas cifras de efectivos desproporcionada.

Pero al mismo tiempo, el griego de la calle no es el responsable de esta situación. Tanto el partido socialista como el conservador anteriores en el Gobierno a Syriza, son los máximos responsables de la crisis que ahora vivimos, agravada en estos momentos por la ingenuidad o la temeridad del nuevo ejecutivo en los meses que ostenta el poder. Es tiempo de reformas en Grecia, pero en serio, cumpliéndolas de verdad. La UE no puede dejar en la estacada a los griegos, pero estos deben estar a la altura del momento dramático que viven.

La UE necesita a Grecia, pero Grecia no puede campar a su aire. Un buen gobierno es un gobierno responsable. ¿Cómo no echar de menos en estos momentos a los grandes padres fundadores de la UE: de Gasperi, Adenauer, Schuman, Monnet? Con ellos las cosas habrían sido muy distintas: les sobraba prudencia y sabiduría.

Marta FERREIRA