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Basilio y la Josefa
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Basilio y la Josefa

Actualizado 17/07/2015
Eutimio Cuesta

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Son cosas que me cuentan las mujeres mayores, comadres que se pasan la tarde, sentadas en el poyo de la puerta, mientras se entretienen mirando pasar a la gente que transita por la calle, y a la que devuelven el saludo con toda urbanidad. El asunto fue verídico: se lo oyeron contar a sus abuelos, y sus abuelos nunca mienten. La palabra del abuelo es como la palabra de Dios: camina hasta el fin del mundo sin tacha. Siguiendo el hilo de las componedoras, quise comprobar la veracidad de los hechos, y di con el escrito original en que se describe lance tal cual fue. Su referencia: 244/24. Folio18 y v).

Basilio Manuel Flores fue un mozo soltero, hijo de Fernando y de doña Manuela Villafáñez, naturales de mi pueblo. La Josefa, (así se la conocía), fue viuda de un tal Cristóbal Hernández. La historia ocurrió hace cuantá; por eso, la traigo a colación, porque su familia se pierde ya muy lejos, y es muy difícil encontrarla. Además, lo que cuenta la historia, hoy no tiene importancia, pero, entonces, las cosas se miraban de otra manera. ¡Y de qué manera!

Me comentaba una señora, de joven, que los besos no hacen hijos, pero tocan a vísperas. A Basilio y a la Josefa, los besos les invitaron, además, a entrar en las vísperas. Tanto fue el cántaro a la fuente, que terminó por romperse. La boda fue la manera de enmendar el entuerto. Se leen las tres proclamas, y, dentro del capítulo de impedimentos, aparece el parentesco de la pareja en segundo con cuarto grado de afinidad. Ellos sabían que eran parientes, pero ignoraban el grado, y, por eso, se les acusó de haber cometido, con la cópula, un incesto (pecado carnal cometido por parientes dentro de los grados, en que está prohibido el matrimonio): se habían saltado el requisito previo de la dispensa papal. ¡En buen fregado, se habían metido! El señor Provisor les abrió diligencias y les impuso, como remisión, penitencia pública.

En principio, que, por espacio de cuatro meses continuos, viviesen separados sin trato ni comunicación en secreto ni en público; y, durante ese tiempo, un día festivo asistirían a la misa mayor del pueblo él, sin capa ni capote, y ella, sin manto ni mantilla; en pie y sin arrodillarse, más que desde la celebración del Santísimo Sacramento hasta consumir; teniendo velas encendidas en las manos; confesados y comulgados con el párroco, y que éste los absolviese, previamente, del incesto y reato que, por la cópula, cometieron; les impuso, asimismo, por penitencia saludable, rezasen una parte del rosario durante dicha misa, y la aplicasen por la intención de Su Santidad y por la paz y por concordia entre los príncipes cristianos.

Hasta cumplir los cuatro meses, debían asistir a los oficios, que hubiese en la iglesia u otro lugar pío. Basilio tenía que ayudar a misa u otro encargo que el párroco le encomendase; y la Josefa, a atizar las lámparas, barrer la iglesia y lavar la ropa sin llevar por ello, ni uno ni otro, cosa alguna.

Parece ser, al final, se impuso la cordura. Cuatro meses de retardación en la celebración del matrimonio, podía suponer la ruina espiritual y afectiva de la pareja. Y el Provisor dio licencia al párroco o su teniente, para que redujese el tiempo de pena a tan solo 15 días, pero insistió en que, en este tiempo, no se tratasen ni comunicasen y cumpliesen lo prescrito. La Josefa envió un escrito de súplica al señor Provisor, con ocasión de hallarse muy próxima el parto, y la librase de la humillación y perjuicios, que le podían resultar el verse, en presencia pública, en aquella postura y estado. La almohada debió aconsejarle benevolencia, y ordenó se verificase la pena en una misa privada, podía asistir con mantilla y sentada de rodillas, según pudiese con arreglo a las circunstancias.

No se trata de un cuento. Así lo cuenta la tradición y la historia. En aquellos tiempos, los estragos del amor, traían estas consecuencias y trasudores.

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