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Hugo
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LA MOSCA COJONERA

Hugo

Actualizado 14/07/2015
Luis Gutiérrez Barrio

Que este artículo sirva como modesto homenaje a las personas que, desinteresadamente, emplean parte de su tiempo y de su esfuerzo en colaborar con las diferentes asociaciones que se dedican al cuidado y la protección de los animales.

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Hugo es un perro. Pero no es un perro cualquiera, es un galgo. Alto, estilizado, con fino cuello rematado con una cabeza que se va afinando hasta terminar en un puntiagudo hocico.

Su pelo es de color negro, aunque a los lados del hocico le van saliendo unas canas que lo blanquean algo. Debe tener entre seis y ocho años, los veterinarios y los encargados de la Fundación en cuyas instalaciones vivía hasta hace unas semanas, no se ponen de acuerdo.

Lo que sí está claro es que la última parte de sus años de vida no debe haber sido muy placentera. En el mapa de su piel hay marcas de heridas, que tuvieron que ser de importancia. Algunas de esas cicatrices son el resultado de mordeduras de otros perros, otras, son, muy probablemente de palizas que recibió, tal vez por no poder cumplir con su "cometido". Hacerse mayor para algunos animales, sobre todo para los galgos, es una rémora con la que muy pocos propietarios están dispuestos a cargar. Los utilizan mientras responden a sus expectativas de animal veloz, potente, competitivo. Una vez que pierde esas cualidades, ese animal no sirve para nada, hay que deshacerse de él. Los momentos de gloria, de satisfacción, de orgullo que ha sentido el dueño cuando salía triunfador en las competiciones con otros galgos, quedan en el olvido, ahora sólo ven un saco de huesos viejos, que para nada sirve, los sentimientos no tienen lugar en ese tipo de personas.

Hugo es un perro temeroso, desconfiado, me dicen que son cualidades propias de esta raza, pero en Hugo todo eso está potenciado, la experiencia que le ha tocado vivir le ha enseñado a que hay que mantener cierta distancia con los humanos. Por eso, cuando está tumbado y pasamos cerca de él, se levanta, y se aparta de nuestro camino. Con la cabeza baja y el rabo entre las patas, busca otro lugar en el que se sienta seguro y pueda descansar.

La mirada de Hugo sigue siendo un enigma. Ojos negros y profundos que miran con desconfianza a la vez que piden cariño. Baja la mirada en señal de sumisión, ¿Qué pensara? Nos preguntamos una y otra vez. No piensa, los perros no piensan. ¿Estás seguro? Esa mirada, no es de alguien que no piensa.

Cuando vemos que hay personas que maltratan a un animal, un animal con el que han convivido durante unos años, una animal que no sabe de rencores, ni de envidias, que nunca pide nada y que todo lo acepta de buen grado, un animal que ha sido golpeado una y otra vez y a pesar de todo, cuando se le hace una pequeña caricia, la gradece con un movimiento rápido y alegre de cola. Cuando una persona actúa de esa manera, afortunadamente hay otras que quieren más a ese animal (me refiero al perro). Personas que los cuidan, que los mantienen, que les proporcionan una vivienda digna, que buscan otro amo que les quiera. Personas que acogen a esos animales, desahuciados por sus dueños una vez que les han explotado y que no responden a sus pretensiones. Me pregunto, si estas personas, no harán lo mismo con sus semejantes.

Ahora, Hugo vive feliz, en un entorno agradable; niños que le acarician, dueños que le quieren, que le miman, que le limpian, le cuidan las heridas, le dan bien de comer y se aseguran de que tenga agua limpia y fresca constantemente. Le llevan al veterinario regularmente, incluso le harán un limpiado de boca, para quitarle el mucho sarro que le impide comer en condiciones y por el que despide un aliento fétido. En fin que será tratado como debe tratarse a un animal. Un animal no es un juguete simpático y juguetón, que podemos desconectar cuando nos cansamos de él. Un perro puede vivir diez, doce, catorce años, incluso más, y hay que pensar en si estamos dispuestos a cuidar de él durante todo ese tiempo.

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