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Leyendas rurales (I)
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Leyendas rurales (I)

Actualizado 13/07/2015
Javier González Alonso

Existen muchos mitos y leyendas sobre el medioambiente, en general, y los animales, en particular. He comentado en varias ocasiones cómo hay gente que cree a pies juntillas que los ecologistas siembran los campos ibéricos de diferentes especies, culebras, topillos, etc., para abastecer de suficiente comida a las aves rapaces. Cierto es que, el antiguo ICONA, tuvo muchas actuaciones que no pueden dejar de ser tachadas, desde el punto de vista actual, de peculiares: introducción del black-bass; del cangrejo de río americano; la repoblación con coníferas y eucalipto fuera de sus zonas naturales; la desecación de ciertos humedales, etc., pero nunca regó los campos con seres vivos.

¿Quién no ha oído comentar que los buitres se han comido una vaca, o a su ternero, mientras estaba pariendo? La explicación es sencilla, y su origen hay que buscarlo en la encefalopatía espongiforme del ganado, la famosa fiebre de las vacas locas. En el año 2002, la Unión Europea prohibió que los cadáveres del ganado quedaran en el campo, a lo que se sumó la imposibilidad de que se pudiesen arrojar en los muladares, donde tradicionalmente se depositaban las reses muertas para que fueran comidas por los buitres.

Una prohibición que, tras un notable aumento del número de ellos, dejó a los buitres sin su mayor fuente de alimentación, por lo que "empezaron a pasar hambre". Este mismo hambre hizo que perdieran la timidez hacia el ser humano y empezaron a acercarse al ganado, incluso en presencia de los pastores. En estas condiciones, los buitres buscaron otro tipo de restos animales, como las placentas dejada tras el parto, e incluso a la res parturienta, si ésta estaba muy debilitada, pero jamás animales sanos. Hubo, incluso, gente que confundida por el comportamiento confiado de los buitres, y probablemente impresionadas por el tamaño del ave, llegan a afirmar haber sido víctima ellos mismos de un ataque.

Observar un buitre en vuelo es uno de los espectáculos más impresionantes que se pueda observar: su porte, su elegancia, su eficacia energética, su tranquilidad... Lamentablemente, come carroña, animales muertos, y eso asusta al ser humano, al asociarlo a la Parca. Tampoco hay que descartar la picaresca de algunos ganaderos, que aprovechan el miedo para cobrar un extra por las reses muertas naturalmente, como sucede, también, habitualmente con supuestos daños de osos y lobos. En un estudio sobre buitres, de 1165 supuestos ataques al ganado, más del 70% de las denuncias se desecharon porque se pudo confirmar que los animales estaban muertos antes de que se los comieran los buitres, y el resto no pudo concretarse porque los cadáveres estaban demasiado deteriorados.

Viendo la anatomía de un buitre, y siempre y cuando creamos en Darwin, es fácil comprobar que no están hechos para atacar animales vivos. Sus garras no sirven, al contrario de otras especies de rapaces que sí lo están, para sujetar animales vivos. Cualquier movimiento brusco, por no hablar de unas coces, de sus teóricas víctimas, si no están moribundas, bastaría para quitarse de encima a cualquiera de ellos.

A mediados de hace dos años, ¡por fin!, la UE reconsideró la prohibición de dejar ganado muerto en el monte, y se volvió a permitir que fuese dejado para consumo de las aves carroñeras [http://bit.ly/P5BIE2]. Hasta la prestigiosa revista Nature se ha hecho eco de la persecución a la que se ven sometidos nuestros majestuosos carroñeros y lanzaba un llamamiento para que cesase la caza de brujas? de los buitres [http://bit.ly/1dwwrxJ].

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