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Señorita mía
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Señorita mía

Actualizado 12/07/2015

-Señorita mía, ¿quiere bailar conmigo?

-Luego, Federico, termino de hacer unas cosas y le prometo que bailamos, pero sólo un ratito, recuerde que esto es un hospital.

-Sí, señorita mía. Aquí la espero.

No se cansaba de bailar. Y por supuesto, no le importaba lo que pensasen los demás. Él sabía que aquel era el sitio perfecto para hacer ese tipo de cosas, nadie lo iba a tachar de loco, ni mucho menos, sólo algunas veces el doctor Velasco. Eso le molestaba mucho, pero se estaba empezando a acostumbrar.

?Eres un pesado, y además, eres un loco. ¿No ves como el resto de compañeros están tranquilos? Tú deberías hacer lo mismo. Te estás jugando que un día te ate.

?Sí, señorito mío.

?¡Que no me llames así!?le gritaba siempre el médico. No soportaba en absoluto esa manera de llamarlo.

?"Pero qué tío más gilipollas??pensaba el pobre Federico, pero sin poder decirlo, pues le esperaría, como poco, un guantazo del doctor Velasco. Así que sólo pudo asentir con la cabeza y meterse en la habitación.

Al médico no le gustaban los locos, ni siquiera le gustaba su trabajo, hacía años que se sentía otro loco más en aquella jaula.

Federico se quedó esperando a que llegara Gema, era su enfermera favorita, era la única a la que no le importaba bailar con él. Ella sabía que eso lo hacía feliz, al menos, durante los minutos que duraba el baile.

?Señorita mía, que el doctor Velasco no me deja bailar.

?No se preocupe.

Encendió el viejo aparato de Federico, puso su disco favorito, cerró la puerta y agarró al pobre loco y comenzaron a bailar.

?Señorita mía, ya le digo que somos Fred Astaire y Ginger Rogers. ¡Cómo me gustaban a mí esas películas! Aún las recuerdo. ¿Por qué ahora no vemos películas? ¿La gente ya no baila? ¿O la gente ya no hace películas?

?Claro que sí, corazón, lo que pasa es que aquí, el doctor "Don Gilipollas" no me deja ponérselas a ustedes, porque dice que se alteran.

?No diga esas palabras, señorita mía. Ya sabe que yo me he ganado unos cuantos soplamocos, y no quisiera yo que a mi Ginger Rogers le pasara lo mismo.

?¿Le ha vuelto a pegar? ¿Cuándo?

?Ayer, pero despacito. Casi ni me enteré. Casi me duele más la de la semana pasada que la de ayer, señorita mía. No se preocupe, ?decía sonriendo el pobre hombre.

?Ya hablaré yo con el doctor.

?No, de verdad, señorita mía, usted sabe que me moriría si el doctor se enfadara con usted y no volviésemos a bailar juntos. No haga nada.

?Aquí nadie se va a morir, Federico.

Gema salió de la habitación. Se dirigió al despacho del doctor Velasco. Entró sin llamar y dio un portazo. Al salir, volvió a la habitación de Federico. Estaba dormido. Lo despertó y le dijo:

?El doctor "Don Gilipollas" no volverá a decirle nada. Cuídese mucho y sea lo más feliz que pueda. Eso sí, Federico, tiene que enseñar a bailar a otra chica, esta vez que sea más guapa que yo. No volveré a trabajar aquí, pero lo recordaré todos los días, escucharé las canciones de Fred Astaire y le desearé lo mejor siempre. ¿Se ha dado cuenta de que su nombre y el de Fred son el mismo pero en distintos idiomas?

?Pero, señorita mía, yo le digo que me moriré. Fred no era nadie sin Ginger?

?Seguro que la nueva enfermera baila mejor que yo, usted conquístela como hizo conmigo y verá como hacen una pareja de baile envidiable. Me voy. Vendré a visitarlo.

Se abrazaron y Gema salió dejando al viejo roto de dolor, ese golpe sí que le dolió, hubiera preferido otro de los guantazos del doctor Velasco, pero parecía ser que eso ya no era posible.

Al día siguiente, la nueva enfermera se acercó a todas las habitaciones para conocer a los pacientes. Entró en la habitación de Federico:

?Señorita, ¿su nombre empieza por G?

?No, don Federico, me llamo Paula.

?¿Sabe usted bailar, señorita?

?La verdad es que siempre he bailado muy mal, pero ¿por qué pregunta eso?

?O sea, que encima de no llamarse Ginger, ni sabe bailar ni es guapa? Fred no era nadie sin Ginger?

La enfermera salió sin entender una sola palabra, lo mismo le dio. Estaba acostumbrada a ignorar todo lo que decían aquellos locos, fueran quienes fueran?

Por la tarde, a la hora del café, el viejo estaba esperando a la puerta, como un perro al saber que su amo llega a casa. Para él no era la hora del café, era la hora de bailar. Puso su disco y esperó. Las canciones pasaban y nadie aparecía.

Entraron sin tocar, Federico sonrió pero fue en vano. Encima de la mesa le dejaron una bandeja con un café, una magdalena y nada más. No hubo "buenas tardes". No hubo nada.

Federico volvió a poner el disco desde el principio, la segunda era su canción favorita: "I won't dance". Nunca supo lo que significó, él no entendía de idiomas, sólo sabía bailar.

Cuando estaba terminando la primera canción, escribió algo en una servilleta. Luego abrió la ventana, se asomó, se vio por encima de los árboles y, sin pensarlo, se tiró.

"Fred no era nadie sin Ginger?"

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