, 07 de diciembre de 2025
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Pademba Road, el infierno sobre la tierra en Sierra Leona (II)
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Por Alberto López, periodista (miembro del equipo de Misiones Salesianas)

Pademba Road, el infierno sobre la tierra en Sierra Leona (II)

Actualizado 12/07/2015

Sin agua corriente, sin saneamientos y sin apenas electricidad, las actividades diarias se resumen en dos: sobrevivir y que pase el tiempo

En la cárcel de Pademba Road [+] todos los días son iguales. Sin agua corriente, sin saneamientos y sin apenas electricidad, las actividades diarias se resumen en dos: sobrevivir y que pase el tiempo. Con un simple vistazo se adivina quiénes son los reclusos poderosos y los sumisos, los que gozan del favor de los carceleros y los que tienen que pagar un alto precio por sentirse más seguros dentro.

[Img #353492]Pero antes de iniciar el recorrido oficial por la prisión, dejamos el artículo hace una semana en que había que visitar el despacho del director. Tras subir unas escaleras estrechas que parecían las de un campanario, ante nosotros se abría una sala llena de mesas desordenadas, con mobiliario antiguo y en muchos casos destartalado, papeles y carpetas por todos los sitios y cualquier cosa imaginable menos tecnología.

Al pasar a su oficina nos encontramos con una persona llena de oro (dientes, anillos, cadena y reloj), pero descalza y apoltronada en un tresillo mientras contemplaba en dos pantallas planas bastante grandes el análisis de las elecciones en Nigeria a través de las cadenas CNN y Al Jazeera. No hubo saludos ni comentarios en un tiempo que se me hizo eterno. Por el suelo, debajo de los sofás, montones de grilletes, y en las paredes, planos antiguos, fotos y retratos descoloridos de presidentes y muebles-archivadores metálicos desvencijados. En el techo, unas aspas removían el aire caliente sin demasiado éxito y sobre las meses algún ordenador de los primeros modelos pero sin funcionar...

Después del interminable silencio, una breve conversación para preguntarnos de una forma autoritaria que de dónde veníamos, quiénes éramos y qué planes teníamos para la cárcel... Después de agradecernos las ayudas que enviamos para realizar mejoras en ella, llegó el permiso, vía libre para que nos acompañaran y explicaran todo el recinto.

Pademba Road no tiene patios para los reclusos. Los seis módulos, con celdas enfrentadas y en dos pisos, se comunican por caminos separados por vallas cerradas con simples candados. Hay varias naves a modo de talleres (carpintería, confección, pintura...) y dos capillas, la cristiana, pequeña y retirada, y la mezquita, más grande y en el centro de la prisión.

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Los gritos que se escuchan desde dentro de los módulos son el único síntoma del hacinamiento que viven los reclusos, muchos de ellos afectados de sarna por este motivo. Fue la única pregunta a la que no quisieron responderme los guardias: ¿cuántos reclusos hay en cada celda de escasamente 9 m2? Pero dividiendo el número total de reclusos (que triplica la capacidad máxima) entre el número de celdas, el resultado es que cada una alberga a más de 15 presos. De ahí que, como muestran las fotografías de Fernando Moleres que ilustran el artículo, muchos no puedan dormir tumbados y lo hacen sentados, en cuclillas o incluso de pie, y sólo los afortunados tienen algún tipo de mobiliario en la celda.

Andar por los caminos de arena que unen los módulos es cruzarte miradas muy duras de soledad, pero también saludos amables. Algunos se lavan desnudos, sin pudor alguno, a las puertas de los módulos y vigilados por un guardia echándose cubos de agua encima, otros, juegan a las damas (deporte nacional) con sus propios carceleros...

Pero como escribía en el primer artículo, el surrealismo se mezcla con la falta de humanidad: en un momento de la visita nos obligaron a dar un gran rodeo por el perímetro interior de la cárcel para pasar de un módulo a otro comunicados entre sí por una simple reja. El motivo, que se había perdido la llave y no había otra...

En el taller de pintura un interno con buena mano ultimaba los trazos de un bodegón ante una docena de policías sentados junto a él como si fuera una plaza pública. En el de confección, con máquinas Singer y Marshall oxidadas y muchas inutilizables, nos mostraron la ropa que cosían, aparentemente bien hecha a pesar de los escasos medios, y en un descuido de los policías nos confesaron que venden fuera de la cárcel pero el dinero de su trabajo no es para ellos.

En otra nave, un centenar de reclusos sentados en un gran círculo, come un plato de arroz con salsa de lentejas. El módulo hace también las veces de biblioteca y en ella los voluntarios salesianos dan de comer a dos centenares de reclusos en dos turnos tres veces por semana, los más débiles y los más jóvenes. Ahí te das cuenta de que la comida es fundamental, pero también ese tiempo de calidad que pasan con los reclusos de otros módulos y con los trabajadores sociales, algunos de ellos antiguos reclusos reinsertados en la sociedad con éxito, porque supone el único contacto con el mundo exterior desde que el ébola llegó a Sierra Leona hace más de un año y se prohibieron las visitas.

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En ese espacio destacan los menores de edad, asustadizos, enfermos, con cicatrices, muchos golpeados... La mayoría sabe que no tenía que estar ahí, ni por la edad ni por el delito cometido, y los misioneros salesianos son la última esperanza para despertar de esa pesadilla en la que sufren abusos continuos de todo tipo, ya que al venir de la calle y no tener contacto con sus familias, tampoco disponen de abogado ni tienen demasiadas posibilidades de sobrevivir en un mundo de adultos donde sólo impera la ley del más fuerte.

¿Qué sería de esos jóvenes y de los presos en general si las ayudas económicas del exterior no paliasen las carencias que padecen en el interior? Es difícil saberlo, pero el próximo reto de los Salesianos [+] será el enganche definitivo de la canalización para que el agua corriente llegue por fin a la prisión, y eso significará un poco de dignidad y algo de calidad de vida para los internos de la cárcel.

Una simple visita, corta en el tiempo pero intensa en lo vivido, deja entrever el sufrimiento y lo largos que se hacen los minutos en el interior de la cárcel especialmente para los menores de edad. De hecho, la mejor definición que escuché de la prisión es que es "si existe el infierno sobre la tierra, en Sierra Leona éste está en Pademba Road".

(Continuará)

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