¿Al final cómo es la cosa?. ¿Organizo una consulta para ver qué opina la peña, sale que "NO" y yo empiezo a renegociar para decir que sí, que sí?.
Pues no lo entiendo, oiga. Desde esta columna, la semana pasada se afeaba a Tsipras su falta de responsabilidad ?y de arrestos- convencido el columnista de que convocaba el referéndum para que fueran los ciudadanos los que asumieran la responsabilidad del portazo a Europa.
A estas alturas, cuando ya conocemos la nueva propuesta que formula Don Alexis ante Bruselas, tenemos que revisar aquella opinión de entonces.
Según se ha podido conocer en esta vertiginosa semana, el Gobierno Griego ?ge ge- ha hecho llegar a las instituciones ?troika es en Grecia políticamente incorrecto- un plan de ajustes que, en cuanto a su dureza y austeridad, deja en figurillas al que rechazó en referéndum el pueblo soberano.
¿Entonces? ? ¿De qué iba todo esto?.
A lo mejor nos equivocamos. Tal vez Tsipras no buscaba fortalecer en el pueblo su decisión predeterminada de teórico rechazo a los planes bruselenses. Acaso lo que quería era perder el referéndum; es decir, que saliera un "sí" que le permitiese ?de una tacada- la doble virtualidad de aceptar unas exigencias que sabía inevitables y, al tiempo, salvar su responsabilidad porque era el pueblo quién lo había querido.
Pero ha sobreactuado -al igual que mi abuelo Nazario, que se creyó su propia fábula y acudió a la cola del pan por si regalaban el azúcar- y lo ha hecho de tan eficaz manera, que logró convencer a los votantes de lo que con tanto énfasis público como escepticismo privado se dedicó a predicar.
El paradójico resultado es que habiendo ganado el "no" ?caídas ya las máscaras del personaje- Alexis se ve obligado a gestionar el "si".
Sé que en mi análisis influyen circunstancias ajenas al objeto analizado ?pero son mis circunstancias y por eso inseparables de mí y de mi raciocinio- pero si mis observaciones fueran certeras ?que no lo sé, pero tampoco lo rechazo- estaríamos ante el más claro y dramático ejemplo de lo que hacer política significa, de lo que implica ser político.
Es decir, a la vista de la capacidad camaleónica e hipócrita que se constata tienen los políticos, por lo que a nosotros tocará dentro de poco, no me extrañaría nada que nos prometan la Luna.
Pero sabedlo: es imposible. Que no se nos olvide.
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