Aquí nos tenéis haciendo "Poying" en una de las principales calles turísticas de Salamanca.
Él me hablaba de que va para dos años que no se acerca por allá; que se va sintiendo delicado y que ya no se atreve con lo empinado de las calles serranas. Que ya no va ni a las fiestas, me decía, pero que por ello no enjuga lágrimas, pero que sí le duele no poder ir a los entierros, pues bueno es despedirse de los que compartieron el inicio, y los trechos de la vida.
Y eso,el no dar el adiós como se debe, me repetía, sí que se le hacía cuesta arriba.
Sale el tema, y les digo que llamo "poying" al sabio y ancestral ejercicio de sentarse en los poyos de granito de las fachadas de las casas de los pueblos, a desenlatar primero la lengua, y luego a ver pasar a la gente con su afane
s, en silencio envasador.
Es, apunto, como decía el maestro Machado por su Juan de Mairena: observar los "eventos consuetudinarios que acontecen el la rúa", (Qué palabrita). Lo que pasa en la calle, quiere decirse, como nos dice naturalmente el muchacho del escrito de don Antonio, ese gran andaluz que sintió como nadie las cosas de Castilla.
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