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Presencia de Luis N. Rivera Pagán
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CRÓNICA DE A. P. ALENCART

Presencia de Luis N. Rivera Pagán

Actualizado 11/07/2015
José Alfredo Pérez Alencar

Acaba de estar, recorriendo nuestras calles y plazas, este notable teólogo y ensayista puertorriqueño, doctor por la Universidad de Yale y profesor Emérito del Seminario Teológico de Princeton.

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Algo ya escribí, en las páginas de El Norte de Castilla, sobre la reciente visita de Luis Rivera Pagán y de su esposa Anaida Pascual; algo, una mínima porción de esos instantes que se tornan eternos cuando nutren para siempre, cuando irradian momentos inolvidables, afectos, charlas, libaciones, brindis, paseos por esta ciudad-patria que hice mía seis lustros atrás.

Semanas atrás este buen amigo puertorriqueño me había escrito comentándome su intención de volver a visitar Salamanca, ya sin compromisos oficiales ni conferencias, siempre interesantes pero que atan al aula y no a la calle. Todavía recuerdo cuando en octubre de 2013, al terminar su conferencia el Teatro Liceo, titulada "Sagradas escrituras, Inquisición y exilio. De fray Luis de León a Cipriano de Valera", los prolongados aplausos del público que asistía al acto de clausura del XV Encuentro de Poetas Iberoamericanos en homenaje al conquense-salmantino. Y también recuerdo a buen número de asistentes subiendo al escenario para estrechar la mano del puertorriqueño, entre ellos el filósofo y escritor Luis Frayle Delgado.

[Img #355322]Pues bien, este martes pasado volvieron Luis y Anaida. Al ir a recogerlos para salir a cenar, en la sala de recepción del Hotel Emperatriz nos esperaban con una botella de frío champán para celebrar nuestro reencuentro. A partir de entonces las horas se hicieron minutos y el cansancio de la larga travesía se torno sosiego: una cena entrañable en el restaurante Ruta de la Plata, atendidos por una atentísima camarera cubana. Y allí Luis y Anaida recordaron los versos de Lola Rodríguez de Tió (1847-1924), poeta e independentista puertorriqueña que hizo de Cuba su segunda patria, muriendo en La Habana. Y allí, en la calle Meléndez, al costado de la peluquería del recordado Luis Monzón, Anaida recitaba: "Cuba y Puerto Rico son/ de un pájaro las dos alas,/ reciben flores o balas/ sobre el mismo corazón".

Lo cierto es que no conocía a esta poeta, pero cómo no empatizar de inmediato con quien escribe así: "Yo no me siento extranjera:/ bajo este cielo cubano/ cada ser es un hermano/ que en mi corazón impera". Quien es o ha sido forastero muy rápido entraña lo que dice esta poeta. Pues así estábamos, sabiéndonos hermanos y, encima, felices de compartir intereses similares y amistades. Por ejemplo, hablamos (y bien) del valioso Plutarco Bonilla, dejando su impronta por Costa Rica. Hablamos de León Felipe, porque recordé un ensayo de Luis sobre el poeta de Tábara, donde dice, entre otras cosas: "León Felipe eleva la derrota de la República a cumbres de tragedia metafísica con honduras religiosas. El poeta, sin patria ni hogar, puede mirar, despojado de falsas y superficiales ilusiones, la insondable soledad humana y cantar el salmo de las tristezas y las esperanzas. La desventura española se transmuta en parábola del universal llanto humano, a cuyo canto dedica el poeta su vida de caminante, de 'clamante en los desiertos', como le ha tildado uno de sus antólogos, el escritor Gerardo Diego".

Y luego la Plaza Mayor y los tunos, y después un acercamiento a San Esteban? Al día siguiente, los dos boricuas dedicaron ocho horas a realizar intensas visitas a los lugares principales de la zona antigua. Avanzada la tarde del miércoles, Jacqueline y yo los recogimos para llevarlos a La pulpería de Paco, donde departimos de periplos académicos, de más poetas como Julia de Burgos o Mahmud Darwish, por citar dos de ellos, de protestantismo aquí y allí, de los hijos?

Luis es un teólogo que conoce rigurosamente la literatura latinoamericana. Baste un ejemplo, como cuando dice: "Carpentier es un escritor complejo y desafiante cuya obra reclama lectores atentos y reflexivos. El barroquismo de su estilo, su impresionante erudición, la amplitud de su formación artística y cultural, la riqueza de su vocabulario y la diversidad de temas y asuntos de sus escritos, obstaculizan la lectura ligera y fácil. Un hilo de Ariadna, empero, enlaza su obra: la preocupación por los rostros peculiares de la cultura latinoamericana y caribeña, sobre todo la mirada constante a la presencia de los otros desafiantes, a las comunidades al margen del poder político y cuya existencia de manera soterrada pero eficaz cuestiona las mitologías oficiales".

La noche nos llevó hasta nuestra humilde morada, a orillas del Tormes y en el Tejares del Lazarillo. La fresca brisa del río y el verde de la isla que se divisa próxima a nuestro balcón, hizo propicio el hasta luego.

Alfredo Pérez Alencart

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