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El Misterio se abre paso
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Leonel Cassarino, sacerdote de Montevideo, Uruguay

El Misterio se abre paso

Actualizado 10/07/2015
Leonel Cassarino

"En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos"

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¿Cómo hablar del Misterio que nos supera infinitamente? ¿Cómo evocar y suscitar, cómo dejar huellas en el corazón de los demás a partir de la experiencia del encuentro con el Dios Viviente, que cambia la vida? Sólo podremos hablar de Dios partiendo de aquello que él ha hecho por nosotros, en nuestra vida, en nuestra historia. Es esa experiencia de la iniciativa libre y gratuita de su amor y la nostalgia y la búsqueda de su rostro presentes en el inquieto corazón de los hombres.

[Img #354522]Para intentar lograr esto se hace imprescindible el silencio como parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos.

"Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación. Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena" nos decía el Papa Benedicto XVI en la Jornada de las Comunicaciones Sociales del año 2012. Cómo acoger si no, por ejemplo, los momentos más auténticos de la comunicación entre los que se aman: la comunicación corporal, la expresión del rostro, el cuerpo como signo que manifiesta a la persona. Es a partir del silencio que hablan la alegría, las preocupaciones, el sufrimiento, que justamente desde esta experiencia encontramos una forma de expresión particularmente intensa. Es desde el silencio, por tanto, brota una comunicación más exigente todavía, que evoca la sensibilidad y la capacidad de escucha que a generalmente nos muestra lo profundo y lo verdadero de las relaciones.

[Img #354519]Hoy las palabras, los mensajes y la información son sobre abundantes. Justamente aquí el silencio se vuelve esencial para discernir lo que es importante, lo que es fundamental, de lo que es irrelevante y accesorio. Por esto, es necesario generar espacios propicios, casi una especie de "ecosistema" que sepa equilibrar silencio, palabra, imágenes y sonidos.

En estos días las redes sociales e internet a través de los motores de búsqueda son el punto de partida en la comunicación de muchas personas. Incluso muchas de las veces dando respuestas a preguntas que la gente nunca se hace y satisfaciendo necesidades que el individuo nunca se planteó.

¿No nos pasa lo mismo en la Iglesia? ¿No nos vemos respondiendo a preguntas que la gente jamás se hace? ¿No hablamos en un lenguaje incomprensible para la gente?

El silencio es en este tiempo esa experiencia valiosísima para poder discernir entre los tantos estímulos y respuestas que recibimos. Para reconocer e identificar las preguntas verdaderamente importantes. Y para nosotros, los comunicadores, en el ámbito que sea, si esas preguntas no están debemos ser nosotros quienes las hagamos surgir y emerger desde lo profundo del corazón de las personas: ¿quién soy?, ¿soy feliz con mi vida?, ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo esperar?

A través de las extensa constelación del lenguaje, verbal, visual, auditivo, que a su vez nos ayude a invitar a vivir una experiencia que deje huellas en la vida de la gente, que invite al encuentro con la persona de Jesús, que haga tomar orientaciones y rumbos decisivos en sus vidas, que no sólo haga pensar, que no sólo cuestione, sino que también emocione y movilize. Debemos dar la posibilidad a los sitios, aplicaciones, redes sociales, mensajes, audiovisuales que posibiliten a las mujeres y hombres de hoy a reflexionar, interrogarse, pero también espacios de silencio, momentos de meditación, oportunidades para la oración y para compartir la Palabra de Dios. El Dios de Jesús habla también sin palabras, nos habla en el silencio. Este silencio nos lleva a contemplar el insondable amor de Dios por nosotros, por nuestros seres queridos, por aquellos con los que compartimos la vida a diario, nos lleva a descubrir sus huellas. A partir de esta contemplación nace como un torrente desde dentro de nuestro corazón que nos lleva a la misión, la necesidad imperiosa de "comunicar lo que hemos visto y oído".

Leonel Cassarino, sacerdote de Montevideo, Uruguay

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