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Crecer en Comunicación
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Por Gonzalo Abadie Vicens, sacerdote de Uruguay

Crecer en Comunicación

Actualizado 10/07/2015
Gonzalo Abadie Vicens

Recta final del posgrado en 'Experto en Comunicación Social' de la Universidad Pontificia de Salamanca

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Vine con un amigo a Salamanca a realizar el curso de «Experto en comunicación social», en la Pontificia. Ambos somos sacerdotes uruguayos, y distribuimos nuestro tiempo montevideano entre las tareas pastorales propias de la parroquia y las pertinentes al ámbito comunicacional, ya sea en espacios radiofónicos como de prensa ?tanto en su versión impresa como digital?.

[Img #354590]Hace tres años fui a parar una madrugada, inopinadamente, a los micrófonos de Radio Oriental, una emisora adquirida no hace tanto por la Iglesia de Montevideo, y en que alternan, sin pedirse permiso, los antiguos espacios de pasión futbolera con los de la programación más espiritual y pastoral. Y digo «más» porque el fútbol en mi país es otra de las formas de la religión, con sus santos y sus condenados ?por la FIFA, por el público, por los periodistas deportivos?, su historia de salvación y sus pecados. Por entonces comencé a colaborar también con el periódico de la Iglesia.

Pensé, acaso alertado por los giros tan imprevistos como efímeros en mi ministerio sacerdotal, que una y otra experiencia no serían más que tenues realidades circunstanciales, además de fortuitas. Lo cierto es que ya han pasado cuatro años y me encuentro participando de este curso intensivo de verano que es el Experto en Comunicación Social, articulado en dos años, que reúne a estudiantes de diversos países, y a unos treinta profesores que van desplegando el colorido abanico del universo de las comunicaciones, a lo largo y ancho de las ocho horas diarias de clases y talleres, en que somos también requeridos para desempeñarnos en todo tipo de pericias y habilidades. Puede uno marchar hacia el estudio de radio y enfrentarse a diversos ejercicios de locución, de prosodia, de respiración diafragmal, de lectura expresiva? Algunos tuvieron la dicha de proferir aunque sea algunas líneas de Walt Whitman, como aquellas que principian el poema «No te detengas»:

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,

sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.

No te dejes vencer por el desaliento.

[Img #354591]Yo no tuve esa suerte, pero, de todos modos, en esta ciudad de piedra no es posible sustraerse a los efectos de otros versos, otros poetas y otros sueños ni de esos dos hechizos de sus catedrales ?esplendor de la noche? en especial de la pequeña, la más antigua, la románica, la que quiso sobrevivir.

Siguieron los docentes de una palabra más temida para mi sensibilidad, el marketing, y que no imaginaba en presentaciones tan cercanas, tan humanas me atrevería a decir. Y luego el lenguaje del cine, o el de la publicidad, o el complejo fenómeno de las redes sociales, o las implicancias afectivas y emocionales de la comunicación? Verse ante el desafío de diseñar un meme o elaborar un cartel, o, más aun, producir y editar un audiovisual, puede alternarse con una reflexión e intercambio acerca del sentido de la vida, de las preguntas por las cosas que de verdad nos importan, o del sentido crítico que ha de despertar ante la manipulación de la que podemos ser objeto por parte de los medios de comunicación?

Cuanto más vas entrando en la realidad de la comunicación, más te vas metiendo contigo mismo?, con lo que dices y lo que guardas, con lo que te gusta mostrar y lo que preferirías callar. ¿Qué tienes para comunicar que pueda interesar al otro? ¿Hay algo que puedas dar que no esté influido por él, o por ella, que está ahí y que es importante para ti? Hasta el mismísimo marketing manifiesta que la opinión de los clientes está poniendo patas para arriba las antiguas reglas que regían el mercado. Porque hasta en cuestión de transacciones y negocios, no puedo obviar la consideración ajena, no debo hacerlo si no deseo quedar fuera.

Nada más preciado que comunicar lo que somos.

«Solo podemos dar lo que ya hemos dado

solo podemos dar lo que ya es del otro»,

dice el poeta de Buenos Aires Jorge Luis Borges. Pero entonces, llegados a estas fronteras, el marketing se torna un artificio, y es necesario ceder la voz a la poesía. Es el misterio. Es la vida.

Gonzalo Abadie Vicens, sacerdote de Uruguay

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