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Nueva ciudadanía para la vieja escuela
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Nueva ciudadanía para la vieja escuela

Actualizado 09/07/2015
Agustín Domingo Moratalla

En una de nuestras entradas anteriores al blog comentábamos sobre Redes Sociales y Ciudadanía activa si recordáis me detuve en los planteamientos del profesor Levine y empecé a describir las luces y sombras de la ciudadanía digital.

Ahora quiero centrarme en los desafíos explícitamente educativos de la nueva ciudadanía digital. Todos están presididos por pregunta interesante: ¿para qué queremos pizarras digitales si seguimos haciendo lo mismo en clase? ¿de qué nos vale una nueva ciudadanía en una vieja escuela? Para muchos educadores, las nuevas tecnologías son herramientas para seguir haciendo lo mismo. En lugar de dictar apuntes y realizar ejercicios en los cuadernos o la pizarra, ahora se hacen en la Tablet, el ordenador o la pizarra digital. El engorro de la tiza o los rotuladores ha sido sustituido por la pizarra digital.

Ahora que estamos terminando las evaluaciones y revisando la programación para el curso que viene deberíamos analizar la relación entre la nueva ciudadanía y la vieja escuela. Después de ver cómo trabajan nuestros compañeros con las Tablet y pizarras digitales estamos convencidos de que muy pocos han tomado nota del cambio cultural que se está produciendo, es decir, que no estamos asistiendo únicamente a un cambio de herramientas sino a un cambio cultural sin precedentes. Con la era digital se ha producido un cambio que no sólo afecta a los artefactos educativos como la pizarra, el televisor, el ordenador o la pizarra digital. No sólo han cambiado las herramientas con las que gestionamos la información sino que ha cambiado la gestión, administración y producción del conocimiento. Por eso también debemos cambiar los aprendizajes.

De nada vale tener buenas autopistas y sorprendentes vehículos para circular por las autopistas de la información si no sabemos con quién ir, dónde queremos llegar, o por qué queremos viajar. Aquí es donde la nueva educación tiene que reinventarse y dejarse de las cantinelas emocionales o procedimentales para replantearse seriamente el modelo de sujeto, el modelo de escuela y el conjunto de referencias éticas con las que tomarse en serio la navegación. Desde aquí debería pensarse lo que técnicamente llamamos competencia digital.

Tanto la ciudadanía digital como la competencia digital que requiere son términos educativamente seductores, quizá por ello un poco perversos y engañosos cuando se les descontextualiza sin ninguna referencia ética, antropológica o axiológica. En un reciente curso, los profesores Ángel Sanmartín, José Cuerva y Elías de los Reyes tuvieron en cuenta este punto de partida en sus respectivas intervenciones. El primero nos planteó la relación entre contextualización económica y educativa, el segundo presentó el nuevo mapa de cambios educativos que introduce la educación 2.0 y tercero nos hizo una clara advertencia: el desafío educativo no exige hoy que nos adaptemos al cambio sino a la "velocidad de los cambios".

Quienes creen que la competencia digital deja sin tocar los mimbres antropológicos, sociológicos y culturales de la educación se equivocan. Ya no se trata de tener información de conocer o de saber hacer, se trata de aprender a ser. Recordemos en este punto la actualidad del Informe para la Unesco coordinado por Jacques Delors cuando incidía en ser y no en el tener o el hacer. Y tampoco debemos olvidar el planteamiento de Alvin Tofler cuando nos indica que los analfabetos del siglo XXI no serán los que no saben leer o escribir sino los no saber aprender, desaprender y reaprender.

Los debates abiertos son apasionantes porque la competencia digital exige adiestrarse en sentir, compartir y crear. Exige nuevos mimbres antropológicos donde alumnos, profesores y comunidad educativa en general deben estar digitalmente sintonizados y capacitados. ¿De qué vale un alumno empoderado con un profesor o familia depauperada? Además, conviene ser muy realistas en este capítulo de la competencia digital porque la sociedad de la información también es la sociedad de la "infoxicación". Por eso, no olvidemos uno de los imperativos educativos que aparecen en todos los informes internacionales sobre educación está relacionado con la cada vez más precaria salud digital: "evitar la ansiedad tecnológica"

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