Es un placer indescriptible. Estar en un país que no sabías que existía y, después de una larga jornada de baches, sudores, mosquitos y traducciones, echarte un balde de agua por encima, ponerte algo seco y encontrarte en la mesa unas lonchas de chacina charra. No hay nada igual.
De unos años a esta parte no dejo de meter en la maleta unos sobres con jamón de Guijuelo, chorizo de Ledrada, lomo de Villaseco de los Gamitos, o salchichón de Candelario. El queso de Pereña, por ahora, lo consumo sólo en casa con un buen vino de Las Arribes.
Yo pensaba que no había nada mejor en el mundo. Y me he equivocado. Lo reconozco. Hay productos de igual o superior calidad en lo que viene siendo el amplísimo abanico de la chacina charra. Lo confieso, vivía en la ignorancia, no sabía que en Frades de la Sierra había una fábrica como la de Maestros Jamoneros ni que elaborasen delicatesen de pocilga bajo la marca Cinco Soles.
En mi casa, de siempre, me han aprendido a dar las gracias. Porque es de bien nacidos, porque es gratis y porque cuando alguien ha contribuido a tu felicidad es lo mínimo que se puede hacer. Y por eso escribo esta columna. Porque no se me ocurre mejor modo de contarle a Nacho Rivas que encontrarme ese tesoro envasado al vacío me ha hecho uno de los hombres más felices del planeta. Pero es que, al probarlo, he sentido que me comía Salamanca en lonchas: sus dehesas, sus encinas, su comarca de Entresierras y la casa de Gabriel y Galán entera. Y eso que lo he probado en mi cocina, sin apenas tiempo para oxigenar un buen vino de Sequeros, sin dejar que el jamón sudase un poco en el plato caliente, sin la paciencia necesaria porque las niñas también querían probarlo.
Una vez recuperado el sentido y tras secar las lágrimas que se nos saltaron en la cocina de casa, me juré que iba a contarlo. Y aquí ando. Cumpliendo la promesa que me había impuesto y haciendo el firme propósito de repetir esta experiencia las veces que sea menester. En Madrid, en Vizcaya, en Cangas del Narcea, en Las Arribes o donde quiera que el periodismo me lleve. Habiendo chacina charra la vida sabe mejor.
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