Juego sucio

El deporte es la nueva política. Un nuevo foco arroja luz sobre la sombra del vestuario. Ya sea del tenis, del futbol o de tantos otros deportes.

Hay dinero, siempre lo ha habido en un ámbito en el que llueve por los patrocinadores, por los contratos publicitarios, por la administración, pero, sobre todo, amparada por esta última. Una vez más todo gira en torno a la todopoderosa administración. Permite, ampara, instiga, promociona y, si tiene que direccionar sus intereses, entonces, castiga.

El caso Messi fue un claro ejemplo de impunidad judicial, de insulto fiscal al resto de los españoles. Un fraude declarado calmado con el pago de sólo el 10% del total de la deuda. Entonces, solo un pequeño toque a un puntal del barcelonismo y, por extensión, al catalanismo. No fue escuchado y hubo que hacer más ruido. Más impacto con el contrato estrella. A finde cuentas, como tantos otros contratos de futbolistas desde que Jesús Gil fuera el mentor de este tipo de operaciones. Neymar ha sido la guinda del pastel. Un contrato máximo para una realidad pobre. Poco dinero para el equipo de origen y poco para el jugador, entre medias, la tajada gorda. Aunque más gorda ha sido la bofetada al club: 2 presidentes y varios miembros del staff técnico. Resulta que la culpa era de Vilanova, muertos, para que os quiero?

Muy tozudo debe ser el Barcelona cuando, después de estos duros golpes, ahora la luz ilumina la suciedad de la falsa acción solidaria de Messi, prestándose al mercado negro.

Y es que señores, señoras, el dinero rápido, fácil y abundante está en el deporte. No pregunten de donde viene o a donde va, solo pónganse en el flujo, algo hará para que entre en sus cajas, y háganlas bien grandes.

Muy preocupadas las instituciones porque en los campos de futbol se practique el juego limpio, la educación de los padres ante sus hijos en los partidos, el trato de guante blanco con los árbitros, impone castigos ejemplares a quieres se sobre pasan. Sin embargo, poco ejemplo dan cuando no impone sanciones ejemplares cuando se amañan partidos, se financia el tráfico de armas, la limpieza del dinero de la droga o el tráfico de personas? Laissez faire, laissez passer o , lo que es lo mismo, dejar hacer, dejar pasar. Sin embargo, en este caso, con un juez de excepción: la administración con apoyo en el Consejo Superior de Deportes (CSD). El señor Cardenal se ha convertido en un Batman diurno y deslenguado. No en vano se da un aire a lo Bruce Wayne. Y parece decidido a atajar lo que no hicieron ni Lissavetzky ni sus antecesores en el cargo. Ya no mantiene esa actitud beligerante ni con presidentes de clubes, ni con los caciques apoltronados en la Federaciones Deportivas y lo que es más arriesgado, se ha atrevido a ajustarle el nudo de la corbata a Ángel María Villar. Al paso que va, dejará una gran herencia si da un paso más y hace del CSD la nueva Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, a fin de cuentas, cada vez más, se le hace necesario vincular a los actos de los directivos deportivos con la Dirección General de la Policía, ya que en algunos casos es clara organización criminal y no deportiva la que hay detrás de las camisetas sudadas.

No podemos enseñar a nuestros hijos a practicar deporte si, detrás de éste se encuentra la sobra de la corrupción. Sería como ser una organización claramente corrupta y conseguir los votos de los electores. ¿Qué incongruencia, no? Esos errores no los comentemos ¿O sí? Enseñar deporte es el inicio a enseñar democracia, ahí reside el juego limpio.