Desde dentro

Desde dentro, tiene que ser desde dentro. Los profesores lo sabemos bien. Cuando en el aula algún alumno adopta una postura desafiante o claramente trasgresora no suele servir la exigencia por parte del profesor del cumplimiento de las normas de convivencia, esas normas establecidas para proteger a los miembros de la comunidad educativa. Tampoco servirán la vigilancia de los pasillos y patios ni la aplicación de los procedimientos sancionadores.

Deben ser los otros alumnos, sus compañeros, esos mismos que, entre contrariados y fascinados, soportan los acosos o aplauden las travesuras, luego gamberradas, luego delitos de sus condiscípulos díscolos quienes deben oponerse a ellos. Sólo si los más perjudicados por las salidas de tono de los alumnos indisciplinados se lo hacen notar en ausencia del profesor se podrá conseguir que cambien. Diciéndoles directamente (si se atreven, claro, porque el miedo es una emoción difícil de dominar) que no les admiran, que no son sus héroes, o condenándoles al ostracismo al menos. Son más, son de los suyos. Y deben dar ese paso adelante. La solución no es que los de fuera seamos todos Charlie sino que ninguno de los de dentro sea Coulibaly o Yassine Salhi.

Desde dentro. No bastará la vigilancia, ni el control aduanero, ni la policía, ni un batallón de soldados, ni un ejército de vecinos delatores. Y menos que los imanes digan que la mayoría de los musulmanes no se comportan así, que el Islam no es eso, pero que ellos no se inmiscuyen en las conversaciones de los que allí van a orar. Deben ser capaces de decírselo a sus correligionarios, de cortarles los apoyos tácitos, de dejar de contemplar en un silencio ausente las invocaciones a la recuperación de territorios presuntamente usurpados, de dejar de votarlos donde sea que haya elecciones, de hacerles sentir el oprobio de sus familiares, de aclararles que no comparten con ellos la imposición de una fe por medio de la muerte,. Si se atreven, claro, porque el miedo es una emoción difícil de dominar.

No digo que sea fácil. Ni lo digo para eludir la responsabilidad que todos los gobiernos (entrampados por intereses económicos) tienen o que yo mismo, aunque no sé muy bien cómo, pudiera tener. Lo digo porque creo que es la única posibilidad.