Criadas y señoras

Cuando la abuela dejó el pueblo con diez años para venir a servir a la capital, procesión de niñas trabajadoras que vivió nuestra provincia hace setenta, sesenta años, ¿qué pensaría sentadita sóla en un vagón de madera dejando Babilafuente atrás? Contaba a veces historias de los señores, de cómo aprendió a freír, envuelta en hambre, tres huevos de una vez para que escucharan sólo freír uno y la sucesión de años y nombres de privilegios ajenos, que tatúan por generaciones el saberse abajo, desposeídos, el saberse arriba, selección natural.

Llega hoy a mi memoria esta oleada de cuidados silenciados, mujeres con maletas pobres entregadas a la rueda del arriba y el abajo y sin embargo inmensas en afecto. Canturreadoras de nanas, planchas meticulosas de sábanas ajenas, acunadoras, artífices de limpieza de cristales pulcrísimos. Inmensas en su inmersión callada en familias de otros, en ciudades de otros, en su trabajo invisible que nos mantuvo en la vida y que ahora en el olvido.

El gesto siempre de ser menos, el relato hecho cuerpo de asimilar inferioridad, el desdén a veces, contraste de calle Zamora a las doce con visones, herencias del régimen que mutaron para permanecer.

Siguen hoy las Plataformas de Asociaciones de Trabajadoras de Hogar llevando nuestra mirada a lo que ocurre de puertas para adentro. A los gestos de desprotección y privilegios que, por no darse en la esfera pública, se agudizan y muestran nuestra cara más real como sociedad. Más de un millón de personas en nuestro país en una situación de total falta de visibilidad, de reconocimiento a su trabajo, del aporte fundamental que realizan a la economía española, nadando habitualmente en la economía sumergida, en la carencia de derechos y en el abuso empleador que dan las llaves del reino. Sector laboral feminizado, trabajadoras extranjeras que han venido envueltas en la cadena de cuidados, en el abuso de un Norte que no se plantea los efectos que en sus países de origen conlleva su falta, sector en el que arañar cada hora de descanso, cada protección laboral obvia en otros espacios y que choca frontalmente con los intereses de quienes heredaron el arriba de un nuevo abajo.

Plataformas de defensa de derechos que nos hablan del desmantelamiento de los servicios a la dependencia, ausencia de plazas en escuelas infantiles, residencias de mayores, equilibrios de vidas laborales al servicio de una economía sin rostro humano que amortiguan las mujeres y cargan sobre sí.

Abuela, me has venido a la memoria desde tus diez años, genealogía mía salmantina en la que entran todas ellas, con sus manos de criadas, su orgullo de sirvientas, chachas, nanas, limpiadoras, cuidando las escaleras, sacando brillo a portales, durmiendo a generaciones, las de abajo desbrozando privilegios a fuerza de cuidado simple y verdad de quien reclamarnos ahora herederas y en su nombre.