Ética pública

Hay una manida satanización del deporte de masas, en el que el fútbol es el rey, que se confronta con su sacralización. De la alienación a lo prístino. De la denuncia por la estupidez supina a la loa por vertebrar valores e identidades grupales. Hay abundantes referencias. Sobre lo primero échese un vistazo en cualquier buscador y póngase "odio al fútbol", sobre lo segundo léanse los artículos del recientemente fallecido Eduardo Galeano. Pero esta columna no va de eso aunque se ampara en la efervescencia que provoca la Copa América que ahora se está celebrando.

Un icono de la selección chilena tiene un accidente nocturno después de haber tomado unas copas con su mujer. El coche queda destrozado pero no hay daños personales. El control de alcoholemia del policía de turno da claramente positivo. El suceso acontece durante la concentración del equipo. La noticia salta a los medios y el debate se dispara. Con independencia de lo que la justicia deba hacer, y este no es un debate menor, ¿debe el seleccionador apartar a la estrella del equipo?, ¿tiene que mostrarse que existe un repudio social con visos ejemplarizantes fuera del ámbito estrictamente jurisdiccional?, ¿debe penalizarse al equipo que perdería una pieza fundamental?, ¿se debe, en fin, castigar a la afición, al propio país ?se dice-, al limitar las posibilidades de alzarse con la anhelada Copa?

La polémica está servida esgrimiéndose argumentos de muy diferente calado en torno a esas cuestiones durante unos días hasta que el equipo nacional, con el jugador en sus filas como si nada hubiera pasado, va asentándose en la competición ganando partidos. Estoy convencido de que si Chile sale campeón desaparecerá por completo y apenas si será una travesura de estos chicos maleducados del fútbol que vienen de estratos sociales humildes y cuyo comportamiento debe ser perdonado porque ¿no hacen los poderosos cosas similares?, ¿no reciben de la justicia, de la policía, de la administración un trato siempre favorable? Son todas preguntas que invaden la calle alentando la porfía de una historia en la que el único que quedó bien parado fue el carabinero que denunció lo acontecido no dejándose amedrentar por la fama del conductor. Pienso que en el medio de notable corrupción pública en que vivimos que tiende a centrarse en la clase política este es un botón de muestra de la corrupción social que la acompaña. ¿Está usted de acuerdo?