En este primer fin de semana de verano, y hasta hoy mismo, estamos soportando la primera ola de calor del año [http://bit.ly/1exHZTF]. Según la Agencia Estatal de Meteorología, AEMET, una ola de calor es un episodio en el que, durante al menos tres días, se registran temperaturas máximas por encima del percentil 95% de una serie histórica que dura 30 años. No basta con que haga calor, que suele ser lo normal en estos días, sino que las temperaturas deben estar por encima de la media habitual. Y siempre me viene a la mente mi infancia, cuando apenas existían los aires acondicionados, pero tampoco es que hicieran falta, pues teníamos asumido que a determinadas horas no se podía andar por la calle, por el evidente calor, lisa y llanamente calor, sin olas de ningún tipo.
Quiero recordarlo porque estamos sacando de quicio las cosas que son habituales; me resulta muy llamativo el estado creciente de infantilización que está adquiriendo la sociedad actual. Esperamos que sea el Estado el que nos diga qué es lo que podemos hacer, o no, dejando de lado nuestra responsabilidad personal: me tienen que avisar de si hace calor, o frío, porque, en caso contrario, protestaré por esa falta de advertencia; si me pongo a hacer deportes de riesgo, quiero que alguien me conmine a tener en cuenta las posibles consecuencias, y que, en caso de accidente, se movilice hasta el último recurso del Estado para sacarme de donde me he metido yo solito; en ciertos viajes, y a determinados países, soy capaz de portar paquetes que no son míos pero que resultan contener cargas no deseadas, pero pretendo que sea un asunto de estado?
Unas temperaturas que, seguramente, no tienen nada que ver con el hecho de que, tras dos años ausentes por las obras, una pareja de halcones peregrinos haya vuelto a criar en la catedral de Salamanca. Si la cosa avanza sin sobresaltos, tres nuevos halcones se incorporarán a la población provincial, que estaba sufriendo un pronunciado declive. Mientras, por ejemplo, en Gran Bretaña hay contabilizados 7.000.000 millones de aficionados a la ornitología, en nuestro país apenas les prestamos atención a nuestros alados vecinos. Hasta tal extremo llega el amor británico por las aves que, a la vez que las últimas elecciones generales, tuvo lugar un referéndum nacional para designar al pájaro nacional británico, al igual que Francia es reconocible por su gallo, al igual que Portugal, Islandia por el frailecillo, o Estados Unidos está asociado al águila calva como emblema nacional.
Otra campaña, menos transcendente que la política, pero igual de enconada tuvo lugar entre los distintos defensores de las diez aves finalistas. Ganó el rechoncho Petirrojo, muy habitual en las postales navideñas inglesas, en reñida lid con el Cisne, el Martín Pescador, la "mágica" Lechuza, o el Herrerillo, entre otros. La iniciativa estaba avalada por la Real Sociedad para la Protección de las Aves, RSPB, en sus siglas inglesas, [http://bit.ly/1fLgsbo], y estaba destinada a "educar y concienciar a la gente que vive al margen de la naturaleza y de la riqueza de su fauna". En inglés, el nombre común del Petirrojo es Robin, como el compañero de Batman, o el carismático ladrón bueno del bosque de Sherwood? ¿será por algo?
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.