Se terminó el curso, ¡por fin! Todos son embrollados, largos y trabajosos para alumnos y docentes, pero en este, con tantos sobresaltos, sorpresas de "huevos Kínder" (inútiles pero de apariencia), pruebas, transiciones, promociones y alguna repetición, la cosa se había puesto seria de verdad.
Aunque de pie al manido dicho social "tienes más vacaciones que un maestro", este y otros muchos las necesitamos. Tenemos que digerir lo vivido y abotargarnos de ranitidina para los tratamientos que nos esperan.
Sí, necesitamos vacaciones porque trabajamos físicamente 40 horas y mentalmente otras 40, porque no tenemos derecho al pataleo y a la protesta, porque cada día con fiebre o sin ella nos ponemos como guías de un grupo de 25 exploradores que nos exigen marcar un rumbo adecuado. Porque si nos confundimos, no solo nos hacen variar el rumbo (obvio) sino que nos pseudo-condenan por intentar otro camino. Tenemos derecho a estas vacaciones y a otras muchas , porque aguantamos lo que muchos de los que decidieron generar una vida , no aguantan, porque nuestro único objetivo es la consecución del suyo propio y ante eso nos esforzamos por 25 (cada hora), porque programamos lo improgramable y lo adaptamos a las sorpresas diarias como si fuéramos videntes, porque corregimos contenidos para lograr objetivos y en el transcurso chocamos con los sin sentidos, las cegueras y los amores fraternales de ultima generación .
Es justo y necesario que nos desintoxiquemos de mala educación, de apatías y neuropatías, de síntomas múltiples en enfermedades simples, de pasotismos de moda, de normas "estrictas" que invaden la "felicidad " del alumno y con esta depuración, que solo nos incremente nuestra masa cerebral la gran felicidad de la lagrima sentida, el abrazo de despedida o hasta luego cargado de sinceridad y emoción, la sensación y realidad del trabajo bien hecho y el objetivo conseguido, la tranquilidad del sueño con la conciencia tranquila y refrigerada.
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