![[Img #341707]](https://imagenesnetytec.blob.core.windows.net/simg/imgf/2015/06/img_341707.jpg)
Hace unos días un amigo músico me invitó a un original evento, que tendría lugar en uno de los bares de la animada plazuela del Oeste.
El evento consistía en un recital de música de blues (de un estupendo trío de dos guitarras y voz) intercalado con un recital de poesía humorístico-crítica. Estaba organizado para un sábado a la hora del aperitivo, y tanto la idea como la calidad de los actuantes me pareció desde el primer momento una estupenda iniciativa lúdica y cultural, propia del ambiente creativo de la plazuela del Oeste y aledaños.
Así, pues, el día anunciado, yo estaba allí, dispuesto a pasar un buen rato, en ese entrañable barrio, de antiguos y gratos recuerdos.
Cuando llegué el trío estaba ensayando, voces e instrumentos, y el poeta hacía sus funciones de anfitrión, coordinador, artista de la función. La pequeña sala se iba llenando de público a medida que se acercaba la hora de comienzo. Llegó la hora anunciada y la actuación no comenzaba. No era cuestión de tener prisa, un sábado a mediodía. Todo el público esperábamos tranquilamente. Hasta que pasado un buen rato sobre la hora prevista alguien informó de que el recital no se iba a dar.
Informalmente comenzamos a indagar por los motivos de esa súbita suspensión y alguien (no identificado) nos informó de que el local no tenía permiso para utilizar amplificación de sonido. Nos miramos unos a otros sorprendidos, comentando la obviedad- que todo el mundo sabe- de que las guitarras eléctricas necesitan amplificación para el sonido y el evento estaba anunciado con varios días de antelación. Algo no encajaba en lo que estaba sucediendo.
Este narrador, antes de abandonar el local, le pidió al poeta al que se le veía con aspecto preocupado y confuso, si le podía mostrar alguno de los poemas previstos en el recital. Con amabilidad me pasó un par de ellos, a los que ha bautizado con una palabra de raíces cubanas, "Sonsoniches". Los leí y a pesar de que en ese momento el bar en cuestión no ofrecía ya ningún aspecto divertido, no pude contener la risa, tal era la gracia de sus letras, jocosas, sencillas, críticas con algunos aspectos de la realidad que nos rodea.
Al salir del bar- desgraciadamente con los años cada vez soy más "malpensado"- me vino a la cabeza una hipótesis, un poco insólita, pero digna de ser tenida en cuenta. ¿Y si el asunto de la falta de permiso para la amplificación era una disculpa y de lo que se trataba era de impedir que el trovador recitara sus personales greguerías? Imposible, me respondí a mí mismo. Eso pasaba en tiempos ya felizmente pasados, cuando no había libertad de expresión. Pero ahora, las juguetonas críticas de ese poeta están en la misma onda de cualquier crítica en televisión, prensa, redes sociales?en sus "sonsoniches" no hay ningún contenido extraño, ninguna falta de respeto con nadie, solo hay ironía y creatividad?
Mi vecino, que también salía del frustrado concierto, acercándose me comentó: "Quizás Salamanca sigue siendo diferente".
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