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Elvira y Julia, una historia de humanidad
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Elvira y Julia, una historia de humanidad

Actualizado 22/06/2015
Jorge Moya

Una tertulia amiga con dos mujeres, señoras las dos, bañada con una Coca-Cola y un pequeño "piscolabis", fue mi maravillosa recompensa por el duro esfuerzo semanal.

Elvira Basulí Lladó y Julia Gutiérrez Rueda, me transportaron a épocas anteriores en los que los perros vagaban por las calles perdidos y sin rumbo, como lo hacen hoy los seres humanos.

Hace más de tres décadas, Julia Gutiérrez, movida por su amor incondicional a la vida, se dejó caer por la fundación Bardot de París. Encandilada por la labor que ésta realizaba por los seres más desvalidos de la tierra, los animales, se le metió en la cabeza una iniciativa que cambiaría para siempre el concepto de "callejero" en nuestra ciudad charra.

Julia contó sus inquietudes a su buena amiga desde la niñez, Elvira Basulí. Para su plan necesitaban financiación, espacio y sobre todo ganas. Su proyecto: conseguir que ni un solo animal pasara penurias vagabundeando por Salamanca.

Las dos aguerridas heroínas, convencieron a otros buenos amigos como José María Francia o José Luís de Celis (promotor de la institución cultural Alfonso X el Sabio) a que formaran una "cuadrilla protectora de los animales".

Con sus propios medios recogían a todo ser que pudiera estar llevando, y nunca mejor dicho, una vida de perros. Posteriormente lo alojaban en un recinto de cabrerizos, por el cual pagaban una peseta con cincuenta diarias (año 80) en régimen de alojamiento. Por lo que, nevara, lloviera o hiciera ventisca, tenían que turnarse para llevarles comida a esos animales rescatados de una muerte segura. Muchas veces en detrimento de la familia o el trabajo.

Julia y Elvira tenían sendos chalets en la carretera de Zamora. Desde la ventana de uno de ellos, Julia veía día tras día un cartel que rezaba: "Se vende parcela". Ni corta ni perezosa y con su carácter aguerrido, compró ese terreno que, para su desgracia, más que suelo era un agujero, ya que en ella estaba planificada una casa para familia numerosa con su piscina correspondiente, y el desfondé estaba hecho.

Con un recinto que garantizaba el bienestar de los seres vivos que allí moraban y tras muchas penurias, obstáculos, tiempo y, sobre todo, mucho capital personal invertido, por fin, el 1 de marzo de 1985, se fundó legalmente la SOCIEDAD SALMANTINA PROTECTORA DE ANIMALES Y PLANTAS.

Esta asociación sin ánimo de lucro, no recibía ni una sola subvención gubernamental (parecido a las "ONGs" de ahora ¿verdad?), así que se les ocurrió una genial idea para autofinanciarse: ofrecerse al Ayuntamiento de Salamanca para realizar la recogida de animales a cambio de una remuneración. De esta forma, cambiarían dinero por un servicio público muy necesario en esa época; convirtiéndose así en la primera asociación que consiguió un convenio de este tipo con el Ayuntamiento.

Con el principio del nuevo siglo, Julia y su "cuadrilla" decidieron que ya era el momento de dejar camino a la nueva savia, apartándose de la dirección de la Protectora, pero nunca dejando de ayudar ni abandonando del todo ese proyecto que tanto bien ha hecho a nuestra ciudad.

Conversando largo y tendido con esas amantes de la vida, con esas personas tan sumamente justas con nuestro existir, me di cuenta de que el amor es tan grande que abarca a todos los seres vivos y, que el mayor gesto de humanidad es mejorar y prolongar la vida a esos animales que día tras día nos muestran la magia de la ternura.

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