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Seres humanos del éxodo y del llanto
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EN EL DÍA MUNDIAL DE LOS REFUGIADOS

Seres humanos del éxodo y del llanto

Actualizado 21/06/2015
Jaqueline Alencar

Una reflexión de Jaqueline Alencar acerca de las personas injustamente desplazadas de sus lugares de origen

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Hoy es el Día de los Refugiados, y la noticia ha ocupado páginas en los distintos medios de comunicación, recordándonos la situación de aquellos que cada día, desesperados, tienen que salir de sus países, dejando atrás toda una vida y en algunos casos lo poco que poseen, pero sobre todo a sus seres queridos.

No obstante, este tema no es para ser abordado y lamentado un solo día, porque es un drama de cada día; por tierra y por mar deambulan aquellos que ya no tienen patria, los miserables del siglo XXI que tienen que mendigar un puerto donde descender de las balsas del hambre y del miedo. Diariamente 42.500 personas huyen de sus casas pues su vida corre peligro. Y según algunos informes, en 2014 se contabilizó la cifra más alta de desplazados forzosos desde la Segunda Guerra Mundial; el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) establece que el número de seres humanos que han iniciado su éxodo alcanzó una cifra de casi 60 millones.

Son tan cotidianas las noticias de los naufragios de barcazas que casi estamos anestesiados para sentir emoción alguna. También en 2014 alrededor de 3.500 murieron víctimas de estas situaciones cuando venían huyendo de la guerra o las persecuciones políticas y religiosas. O también del hambre, los desastres naturales o la pobreza.

[Img #340125]Cerca de 200.000 de estas personas llegaron a Europa pidiendo ayuda. Los niños tampoco se libran de estas travesías. Diría que esto es una de las pandemias de este nuevo siglo, lo miremos por donde lo miremos. Asombra conocer que 86% de los refugiados son acogidos en países en vías de desarrollo mientras que en Europa se establecen cuotas de refugiados por países para no generar un "efecto llamada".

En una Europa con tanta tradición cristiana, resulta inadmisible la escasa práctica de la hospitalidad, más aún si recordamos las numerosas enseñanzas del Antiguo y del Nuevo Testamento". Dios le recuerda a su pueblo que debían respetar los derechos de los extranjeros porque ellos también habían sufrido la opresión y la explotación cuando habían sido inmigrantes en Egipto. "Amaréis pues al extranjero, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto" (Dt 10.19); "No explotarás al jornalero, pobre y necesitado, ya sea de tus hermanos o de los extranjeros que habitan en tu tierra dentro de tus ciudades. En su día le darás su jornal, y no se pondrá el sol sin dárselo; pues es pobre y con él sustenta su vida; así no clamará contra ti al Señor, y no serás responsable de pecado" (Dt. 24. 14-15); "Un mismo estatuto tendréis para el extranjero y para el natural, porque yo soy el Señor, vuestro Dios" (Lv 24.22).

Es más, en el Nuevo Testamento leemos que el mismo Jesús conoció lo que era ser inmigrante y sufrió el desplazamiento junto a su familia cuando de niño tuvo que huir a Egipto: "Después que partieron ellos, un ángel del Señor apareció en sueños a José, y le dijo: levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo (Mateo 2.13).

A cualquier cristiano, y a cualquier defensor de los derechos humanos, le sería difícil apoyar el cierre de las fronteras a aquellos que claman para seguir viviendo un poco más, porque sabemos que muchas veces fuimos extranjeros en algún lugar de Europa, Asia o América Latina, o aquí mismo dentro de las fronteras de España; la mayor parte de las veces nos acogieron con los brazos abiertos, como en América fueron recibidos nuestros abuelos.

Jacqueline Alencar

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