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En el filo de la navaja
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En el filo de la navaja

Actualizado 20/06/2015
José Ramón Serrano Piedecasas

El Estado se encuentra atrapado entre dos exigencias: la legitimación social del sistema y la acumulación de plusvalía. Aún más, la historia del Estado moderno se podría resumir en las diferentes fórmulas empleadas para hacer cumplir este doble requerimiento. Después de la Segunda Guerra, en 1949, los demócratas cristianos alemanes elaboraron un modelo de estado basado en la "economía social de mercado". Este modelo terminó por ser incorporado, grosso modo, a todas las constituciones de Europa Occidental, incluida la española.

¿En qué consiste? Por una parte, se reconoce la economía del mercado, se garantiza la percepción de las ganancias y la tenencia de la propiedad; por otra, se imponen determinadas limitaciones sociales a dichos ejercicios a efectos de procurar una justa distribución de las riqueza, pleno empleo, igualdad de oportunidades, educación pública y gratuita, etcétera. En dos palabras: plusvalías reconocidas para unos y derechos sociales reconocidos para otros. Durante veinte o casi treinta años esta alquimia funcionó y Europa (antes EE.UU.) conoció de unos niveles de desarrollo económico y social difíciles de prever. Tales que llevaron al colapso el llamado "socialismo real" (URSS y satélites). Es así. (Al respecto recomiendo la lectura de Eric Hobsbawm).

[Img #338933]No obstante, ese modelo fundado en la economía real, en la productiva, en la del valor añadido, en la industrial dio paso a otra virtual, especulativa y financiera. En Chile de Salvador Allende te dirían: "Vd. me está hablando del modelo económico de los Chicago Boys". En EE.UU: "La de Milton Friedman y R.Reagan". En el RU dirían: "Sí, esa de Margaret Thatcher". En España, siempre a la rastra de lo de afuera, habría que resaltar los esfuerzos (sacrosantos) neoliberales de los sucesivos gobiernos de José María Aznar y Zapatero ¡Tanto da¡ El hecho es que a partir de esas décadas (aciagas) ese difícil equilibrio existente entre los derechos ciudadanos de a pie y del gran capital se rompió. Y se rompió a favor de estos últimos. Los gobernantes, sobre todo en el sur de Europa, dejaron de defender los intereses de los ciudadanos y pasaron a defender los intereses de unos pocos.

Como ya en los años setenta decía Habermas: los grupos financieros ocupan una parte muy importante del ámbito parlamentario constituyéndose en una "esfera casi autónoma para un ejercicio casi político del poder". Pareciera que lo dijo por lo que sucedería en la España de hoy. El 15 de mayo del año 2011 salieron de manera espontánea cientos de miles de españoles a decir a nuestros políticos de turno: ¡No, no nos representáis¡ Reclamaban eso que decía más arriba: legitimación social. Hoy ausente. No saben, no pueden o quizás no quieran leer lo que está sucediendo en Europa, en España, nuestros dirigentes políticos (12% de aceptación ciudadana). Piensan que el disenso proviene de alguna perversa campaña mediática, de portavoces faltos de empatía, de la aparición de algún nuevo partido? Se equivocan, la marea es profunda y la ola se va y se va haciendo cada vez mayor. La gente de a pie no exige grandes cosas, las imprescindibles para vivir con dignidad. Que yo sepa y si no que me corrijan, la historia siempre la hizo la gente. Y la hizo por las buenas y en casos extremos por las malas. Confío en la sensatez de nuestros dirigentes, del partido que sea, para que ese cambio de rumbo sea por las buenas. A propósito, mis mejores deseos para el Gobierno y para el pueblo griego en su lucha por la supervivencia.

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