, 07 de diciembre de 2025
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Me he quedado con tu tuit
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Me he quedado con tu tuit

Hay veces que el pensamiento único no es sino una forma extrema de consenso y todos acabamos escribiendo sobre lo mismo pero prometo que ya tenía elegido el tema y escrito medio artículo cuando en la Galaxia Gutemberg irrumpió el meteorito Zapata, el futuro exconcejal de Madrid, el rey del humor negro. Y sus desvaríos tuiteros no han venido sino a fortalecer mis sospechas. Que hoy, cada vez más el tamaño sí importa. La cuestión de la escala de los grupos sociales se muestra definitiva a la hora de comprender la faceta política del mundo.

Me refiero a esa diferencia entra la pequeña y la gran escala, entre los barrios o tribus y las ciudades o comunidades."En las entidades sociales pequeñas la máquina que gobierna se puede identificar en ocasiones con la comunidad gobernada. Pero cuando la entidad social crece se convierte en una megalópolis, un Estado, y entonces la máquina de gobernar se vuelve remota, impersonal, incluso inhumana" escribía ya en 1973 Anthony Burguess cuando valoraba el éxito de su novela La naranja mecánica, (que en el fondo trataba del libre albedrío y de la desconfianza en el Estado sólo que las imágenes de Kubrik nos la transformaron para siempre). Vamos, que en grupos pequeños, los que permiten las decisiones asamblearias o distritales tan queridas a los nuevos movimientos sí tiene importancia la cercanía social, el me he quedado con tu cara, sé donde vives, sé en qué banco de la iglesia te sientas, sé con quién casas a tu hija, y por eso sé lo que perderías si te portas mal. Pero cuando nos agrupamos por millones el contacto visual ya no es posible y es necesario otro medio, otros medios, para ser conocido. La internet como dice mi vecina.

Y sobre eso estaba escribiendo cuando apareció el cenicero de Zapata. Sobre el peligro que corren los advenedizos de la política que se apoyaron en su telegenia en las pantallas y en las redes sociales llenas de amigos putativos -de cuya foto de perfil lo mejor que puedes hacer es desconfiar- para ascender en la maquinaria representativa de los ciudadanos. Los hay que han escrito sus libros pero muchos llegan en barbecho. Se han asegurado su lugar en el mundo durante cuatro años, pero, vaticino, sean del color que sean se llevarán una sorpresa en las próximas elecciones donde nuevos iconos con un millón más de amigos en Facebook les dejarán sin sillón. Pues para saber si son falsos profetas ya no funciona el bíblico: por sus obras los conoceréis, sino por sus tuits. La era de las redes sociales nos obliga a busca nuevos criterios morales como, parafraseando a Kant: "Obra de manera que puedas vivir con dignidad si tus amigos te traicionan y lo que opinas en privado se hace público." No sé si, orgullosos de su éxito electoral, entienden que no se trata de pedir perdón sino de que los que les observamos tengamos una idea acerca de su calidad como persona y queramos que rijan nuestros destinos o no. Ya nadie va a clicar un Megusta en sus perfiles. El que a hierro asciende a hierro se precipita o lo que es lo mismo el que a trending topic mata a tuit muere.También han clausurado la actuación en el Sónar de cierto cantante por una metedura de pata a lo Zapata y la rapera Iggy Azalea ha sido despedida de la preparación del desfile del Orgullo gay de Pittsburgh por antiguos tuits homófobos.

No sé ni como me atrevo a escribir sobre temas serios en estos tiempos convulsos en los que no estoy seguro de si pisamos terreno firme o nos encontramos sin saberlo, en las vísperas griegas de un nuevo crash del 29. Mi sobrina adolescente me preguntaba ayer con candor qué quiere decir Anarquía. Tragué saliva dos veces antes de intentar explicárselo y no estoy seguro de haberlo hecho bien. A ver si va a publicar lo que le he dicho en su snapchat y nadie vuelve a mirarme a la cara.

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