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Salamanca en el mapa del poeta Alejandro Romualdo
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Visitó la ciudad en 1992

Salamanca en el mapa del poeta Alejandro Romualdo

Actualizado 16/06/2015
Jaqueline Alencar

Se le tributó un sentido homenaje por la calidad de su obra

[Img #335673]

Fue en el año 1992 que conocimos personalmente al poeta peruano Alejandro Romualdo (La Libertad, 1926-Lima, 2008). Había llegado a España para presentar una Antología de César Vallejo, preparada por él y auspiciada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología del Perú (CONCYTEC); venía acompañado por uno de los responsables de la entidad. Y es que a él le gustaba volver a España, pues había residido en nuestro país por los años cincuenta, como becario del Instituto de Cultura Hispánica. Siempre nos hacía pasear por esa época de posguerra llena de dificultades. Su amor a España lo demuestra en su libro "España elemental" (1952). Y también tiene un poema dedicado a Juan Ramón Jiménez y a su platero.

Aquí os dejo un poema que corrobora su nostalgia por este país, escrito en su libro "Cuarto Mundo" (1945-1970).

ASONANTE

SOÑÉ que estaba

en España. Miraba

la sierra azul del Guadarrama.

Por la ventana

entraba

paz a raudales. Me levantaba

cantando. Miraba

la mañana.

En la ventana

la luz,

cada vez más clara...

Luego en el sol

me entraban

unas enormes ganas

de darme con su vida, cara

a cara.

Pero despierto. Abro

los ojos: nada.

Lejos queda España.

¡Ay, cuándo

podré cerrar los ojos

y al abrirlos

verte en el alba!

[Img #335665]Los dos embajadores de Vallejo llegaron con un libro bajo el brazo y buscaron a Alfredo P. Alencart. El libro se presentó a través de la Cátedra de Poética Fray Luis de León de la UPSA. En esos días recorrimos Salamanca y les mostramos sus rincones más emblemáticos, así como también compartimos con ellos nuestras amistades. Piedad Román y su esposo Herman les brindaron ricos platos colombianos en su casa donde compartimos largas tertulias, acompañados del aromático café de Colombia.

A partir de ahí, cada vez que llegábamos a Lima lo buscábamos, pues vivía recluido en una vieja casa en el Distrito de San Isidro, un buen lugar si se tiene compañía y recursos.

En 1998, gracias a la celebración de un gran encuentro que homenajeaba a la generación del 98, Romualdo pudo volver a Salamanca. Salir de su caótica vida en Lima, de la soledad. Aquí era el gran poeta Romualdo, valorado por la calidad de sus versos. Llegó con toda la dignidad que le otorgó Salamanca. En el Aula Magna de la Pontificia leyó sus poemas. Cambiando de aires Romualdo dejaba la soledad para ver el sol, aferrarse a la paz, a la esperanza, como lo dice en su poema A otra cosa (de Poesía concreta, 1952): Basta ya de agonía. No me importa / la soledad, la angustia ni la nada. / Estoy harto de escombros y de sombras. / quiero salir al sol. Verle la cara // al mundo. Y a la vida que me toca, / quiero salir, al son de una campana que eche a volar olivos y palomas. /y ponerme, después, a ver qué pasa // con tanto amor. Abrir una alborada /de paz, en paz con todos los mortales. Y penetre el amor en las entrañas / del mundo. Y hágase la luz a mares. // Déjense de sollozos y peleen / para que los señores sean hombres. / Tuérzanle el llanto a la melancolía. / Llamen siempre a las cosas por sus nombres. // Avívense la vida. Dense prisa. / esta es la realidad. Y esta es la hora / de acabar de llorar mustios collados, / campos de soledad. ¡A otra cosa! // Basta ya de gemidos. No me importa / la soledad de nadie. Tengo ganas / de ir por el sol. Y al aire de este mundo / abrir, de paz en paz, una esperanza.

En ese gran encuentro, organizado por el Ayuntamiento y la Cátedra de Poética Fray Luis de León de la Universidad Pontificia, pudo compartir con Antonio Colinas, José Hierro, Claudio Rodríguez, Victoriano Crémer, Remo Ruiz, José Manuel Regalado, Emilio Rodríguez, Josefina Verde, Ángel González Quesada, Eduardo Martínez y Hernández, Ada Salas, José Méndez, Luis López Anglada, António Salvado, César Antonio Molina, Jesús Hilario Tundidor, Antonio Piedra, José Ledesma Criado, Santiago Castelo, Raúl Vacas Polo, Luis Frayle Delgado y Manuel Sánchez del Bosque.

[Img #335667]Hay que reconocer que la idea de este magno encuentro partió de Pilar Fernández Labrador, Alfredo P. Alencart y Alfonso Ortega Carmona, director de la Cátedra Fray Luis de León, por ese entonces. Este fue el germen y la primera reunión de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que ya va por su décima octava edición. Y que ha sido y es un puente para afianzar los lazos culturales entre ambas orillas.

Pareciera que aún camina por el puente romano, la plaza Mayor, la calle Cervantes donde se alojó, gracias a nuestra amiga colombiana Piedad, quien por ese entonces consiguió trabajo en la ONU y se marchó a Centroamérica.

Él contaba que lo creían un anacoreta que le gustaba aislarse, pero que no era así, pues lo que le faltaba era algo contante para pagar el autobús, o tomarse un café en alguna cafetería de su barrio. Y le gustaba hablar y no callarse. Y hablaba de todo, de política, economía, de Platón, Cervantes y lo que hiciera falta. Y eso que solo tenía una pequeña radio y libros.... Esto me recuerda su poema

EN ALTA VOZ (de Poesía concreta)

No he de callar

QUEVEDO

No he de callar mordiéndome la vida,

callar con todo el cuello, muerto o vivo.

¡Debo decir palabras desolladas,

o taparme la boca con un grito

de sol de paz, de amor. Es necesario,

trinar a plena luz, echarse el alma

a la esperanza, alzarse hacia la vida.

Es necesario un vuelo de campana

doblando a sol. A paz en sol mayor.

Ya que esta herida del Perú nos habla

con la voz de la sangre tinta en furia.

No he de callar mordiendo mis palabras.

Debo gritar: caer de boca al viento.

Sosteniendo una luz y una tonada.

Y no callar: caer de voz al tiempo

con la boca cerrada y empozada.

Dejadme solo, si queréis. Dejadme.

Sólo el amor me deje sin palabras.

No he de callar. He de seguir trenzando

mi canto. Como un nudo en la esperanza.

[Img #335660]Llevaba hasta las últimas consecuencias todo aquello en lo que creía, no cambiaba la verdad por un plato de lentejas.

Después del encuentro, algunos jóvenes como Raúl Vacas y Fernando Díaz San Miguel, al quedar impactados al escucharle quisieron tener una reunión con él; por ello Alfredo intercedió para que la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento patrocinara un Taller para que 17 jóvenes pudieran recibir clases de Romualdo.

Las Mujeres Ateneas también organizaron un recital para escuchar sus versos en el Colegio Calasanz. Él estaba feliz regalando poesía y recibiendo amistad.

Romualdo, a pesar de no tener casi nada, siempre tenía algo para dar. Y lo dice en su poema SI ME QUITARAN TOTALMENTE TODO (de Edición extraordinaria, 1958)

Si me quitaran totalmente todo

si, por ejemplo, me quitaran el saludo

de los pájaros, o de los buenos días

del sol sobre la tierra

me quedaría

aún

una palabra. Aún me quedaría una palabra

donde apoyar la voz.

Si me quitaran las palabras

o la lengua

hablaría con el corazón

en la mano,

o con las manos en el corazón.

Si quitaran una pierna

bailaría en un pie.

Si me quitaran un ojo

lloraría en uno ojo.

Si me quitaran un brazo

me quedaría el otro,

para saludar a mis hermanos,

para sembrar los surcos de la tierra,

para escribir todas las playas del mundo, con tu nombre

amor mío.

También se presentó su Antología Mapa del Paraíso en esa estadía en Salamanca, donde viaje, antología (seleccionada por Pérez Alencart) y prólogo estuvieron bajo el mecenazgo de Alfonso Ortega Carmona. Fue un pequeño homenaje al poeta que en la mesa estuvo arropado por Carmen Ruiz Barrionuevo, Ángel González Quesada, Manuel Sánchez del Bosque, Remo Ruiz, Pepe Ledesma Criado, Isabel Muñoz, Verónica Amat y Alfredo P. Alencart. También estuvieron Raúl Vacas, Fernando Díaz San Miguel, Ronald López y otros jóvenes admiradores de los versos de Alejandro. Y numeroso público salmantino que desde hace mucho tiempo se ha decantado por la poesía. Y cómo no, Pilar Fernández Labrador, quien junto a Alfonso Ortega le profesaron gran afecto.

[Img #335669]Como sucede actualmente, en aquella época los versos flotaban por el cielo de Salamanca, para recalar en la Casa de las Conchas, en el Ateneo, el salón de Actos de Caja Duero o la Cátedra de Poética Fray Luis de León. Fue así que en Salamanca Romualdo también coincidió con una comitiva llegada de Venezuela entre los que estaban Alexis Márquez, director de la Editorial Monteávila en ese momento, y Ednodio Quintero, novelista y escritor de cuentos.

Además, en esos días tuvimos que visitar la ciudad lusitana de Castelo Branco para asistir a una actividad organizada en torno al poeta António Salvado, con quien ya había hecho amistad en Salamanca. Hasta allí nos acompañó Alejandro para escuchar a otros, entre ellos a Alfredo. Luego en Madrid se encontraron con Gonzalo Rojas con motivo de la publicación de la Antología "América es la casa", prosas y poemas del poeta chileno. Fueron días muy intensos hasta que los dos meses de su estancia en la pétrea Salamanca llegaron a su fin.

Luego nos volvimos a ver el 2002 en Lima y cada vez que viajábamos a visitar a nuestras familias. Allí nos reuníamos con Sonia Luz Carrillo y Ricardo Falla, poetas y profesores de la Universidad de San Marcos, grandes amigos de Romualdo y quienes también, en la medida de sus posibilidades, se preocuparon hasta el final por él y su obra. Ellos fueron de los pocos que se acordaban de él. En esos días aprovechábamos para llevarlo a casa de nuestros parientes peruanos, quienes siempre lo acogieron amablemente.

Alejandro Romualdo no estaba en los grandes círculos literarios, pero seguro merece estar entre los poetas mayores de la lengua castellana. Salamanca lo reconoció; le dio un nombre entre los nombres. Al final, prevalece la palabra en forma de versos. Esta palabra era su pasión, su luz, esa que adoraba diariamente y le daba el último soplo de vida. Aquí lo dice:

EL CUERPO QUE TÚ ILUMINAS (de "El cuerpo que tú iluminas", 1950)

Porque eres como el sol de los ciegos, Poesía,

profunda y terrible luz que adoro diariamente.

Mis ojos se queman como los ojos de las estatuas

mi corazón padece como una vaso de vino en un armario.

Tú eres un puente de agonía, un mar animado

de agua viva y palpitante. Tú te alzas y brillas:

yo giro alrededor de ti; alta y pura te miro

como los perros a la luna, como un semáforo para morir.

¡Oh Poesía incesante, mi buitre cotidiano,

me tocó servirte en el reparto de sufrimientos:

como un niño exploraba las tierras pálidas del sol.

¡Oh Poderosa! Yo soy para ti uno de los miembros

de esta numerosa familia sideral

compuesta de padres e hijos milenarios.

Yo soy para ti la noche: Tú me enciendes,

ardo en el vientre universal,

rabio con las olas y las nubes,

escribo al girasol que me ama diariamente deslumbrado.

Yo te devuelvo, amor mío, como un espejo desierto

en cuyas entrañas están las cenizas de donde Tú renaces.

Yo te devuelvo amor, mi vientre se renueva sin cesar.

Tú te ocultas y muerdes, entonces, como una ola gloriosa,

llena de dulzura y vigor.

¡Oh Poesía, mi rayo divino y cruel, clava tu pico,

devora el fuego que me abate, apaga esta zarza inmortal!

He aquí mi cuerpo, roído por las estrellas,

pálido y silencioso como un dios que ha cesado

y que Tú arrastras, borrándolo, como el mar o la muerte.

Otra muestra de su afecto a Salamanca y a sus gentes lo encontramos en el poema "Cabeza griega", dedicado a su amigo y mecenas Alfonso Ortega Carmona, catedrático de Filología griega.

CABEZA GRIEGA

a Alfonso Ortega Carmona

Estoy mirándote como el que algo conoce y no recuerda. ¿Hay algo tuyo en esa ola que avanza, oh suma perfección? ¿Fuimos alguna vez un solo bloque de blancura indecible?

Veo tu pura cabeza de mármol, más allá de la palabra; tus ojos, más allá de lo mortal. Y soy entonces como un ciego bañado en luz de pronto. Porque tú no sabes cómo puede golpear una mirada, ni cómo una palabra puede tener tamaño eco.

Jaqueline Alencar

[Img #335662]

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