La esperpéntica ceremonia de la semana pasada en el convento de Las Trinitarias de Madrid del "reentierro" de Don Miguel de Cervantes, es el broche de hojalata del rosario de inoportunidades y decisiones que el ayuntamiento de Madrid y el ministerio de cultura han puesto sobre el tema de Cervantes. Todas estas "acciones" y decisiones sobre la figura de Cervantes se resumen en una búsqueda infructuosa de huesos en una fosa común y en una ceremonia que bajo el himno de España, (por cierto compuesto durante el reinado de Carlos III), se le ha "vuelto a enterrar" con los honores de soldado de España. O como si se tratara de un soldado "marca España".
La vida misma de Cervantes podría ser un argumento digno de una novela ejemplar cervantina: un valiente soldado que pierde una mano en la Batalla de Lepanto, que poco después es capturado por piratas argelinos, los cuales exigen una cantidad de dinero para rescatarle, cantidad que nadie posee, ni la Corona ni su familia, que finalmente la madre del soldado consigue a base de amor, paciencia y astucia, y que después de cinco años de cautiverio es liberado. Liberado el valiente soldado vuelve a su Patria buscando un trabajo, en la Corte o en las Indias de América, alegando sus méritos de guerra, y se le responde "Busque Vuesa Merced por otros lugares". Y el pobre soldado vuelve a Madrid, sin un céntimo, sin trabajo, después de ir hasta la Corte de Lisboa y hacer un "pequeño encargo" en Orán. Sin saber qué hacer de su vida, bastante desorientado, tiene una hija de una amante madrileña, se casa con la hija de un terrateniente manchego y finalmente se marcha o huye a Andalucía a trabajar como recaudador de impuestos, durante casi una veintena de años.
¡Extraña historia de un pobre soldado español, que perdió otro hermano en Flandes en el mismo ejército! Paradójicamente, no sé si llegará a una veintena los escritores españoles que hemos investigado seriamente en esta apasionante vida y obra de Miguel de Cervantes.
Pero en su "segundo entierro" madrileño de la semana pasada, la exalcaldesa de Madrid, Ana Botella, no pronunció ningún discurso, ni en español ni en inglés (lengua que como es sabido ella cree dominar a la perfección), pidiendo disculpas en nombre de la patria, por las injusticias cometidas en vida al valiente soldado. No deseó que la obra de nuestro más insigne novelista fuera leída por las nuevas generaciones, ni siquiera contó cuál había sido su experiencia en la lectura de sus obras, ni siquiera en la de Don Quijote de la Mancha. No se habló en el retórico discurso, del contenido de sus obras, ni de su excepcional sentido del humor, ni de sus ideas liberales y sabias sobre la vida humana en general, sobre la España de Felipe II, sobre la Iglesia, sobre el arte de escribir?La alcaldesa hizo mutis por el foro, dejando los huesos de Cervantes aún más solitarios de lo que se han debido sentir durante estos cuatro siglos que llevan en el convento de las Trinitarias.
Como dice jocosamente mi vecino: "¿Cervantes, dice usted? Ah!, sí, el nombre de los institutos que hay por todas partes".
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