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El patrón San Juan
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El patrón San Juan

Actualizado 14/06/2015
Paco Blanco Prieto

Fue el de Sahagún destacado taumaturgo, elocuente predicador, eficaz pacificador y antiguo patrón de la ciudad charra.

El pasado viernes, homenajearon mis paisanos al patrón San Juan, nacido en el pueblo leonés de Sahagún en 1430, siendo un claro paradigma de los beneficios que pueden reportar los males a quienes los padecen, y destacado valedor del tradicional refranero castellano haciendo realidad la certera sabiduría popular, porque nunca fue más cierto aquello de "no hay mal que por bien no venga". Así fue. Una grave enfermedad del entonces seglar Juan González, le hizo prometer a su Señor que si superaba la mortal dolencia que padecía, se haría religioso de por vida. Agradó al Todopoderoso la propuesta del paciente desahuciado y curó su mal irreversible, obligando a nuestro hombre a tomar el hábito agustino con treinta y tres años de edad, cuando la historia discurría por el año 1463.

Este joven, hijo del Regidor de Sahagún, Juan González del Castrillo y Sancha Martínez, nació en 1430 en ese pueblo leonés donde realizó sus primeros estudios con los padres benedictinos de la villa, para acabar fichando por los agustinos en Salamanca. Ciudad a la que llegó en el año 1449 para mejorar su formación teológica en la Universidad, aunque para ello tuviera que renunciar a los favores y canonjías burgalesas que le ofreció el obispo Alonso de Cartagena, tras consagrarle a la vida religiosa, donde hizo la carrera eclesiástica que le llevaría a los altares.

El sermón que pronuncia el día 24 de agosto de 1449 en la iglesia de San Sebastián para honrar al patrón del Colegio Mayor San Bartolomé, representa el punto de partida de su brillante carrera eclesiástica hacia la santidad, porque de ahí pasó a ocupar su capellanía en 1450, aunque la abandonara tres años más tarde para dedicarse en cuerpo y alma a sermonear por los púlpitos salmantinos, llegando a ser nombrado Predicador Local por el Ayuntamiento, con un sueldo anual de tres mil maravedíes por realizar esa función.

El 18 de junio de 1463 se pone el hábito de Bachiller, y con humildad beatífica realiza funciones de refitolero en el convento para los jóvenes novicios, limpiando escudillas y vasos, hasta el 28 de Agosto del año siguiente, fiesta de San Agustín, en que firma el acta de compromiso con la Orden fundada por este santo.

Clérigo muy rígido con los penitentes que se postraban de rodillas ante el confesionario sin tener verdadero propósito de enmienda, simplemente para cumplir un precepto, obtener un favor de compromiso o comulgar para beneficiarse de favores eclesiásticos y tener buena fama ante la galería. Sus misas se hacían interminables porque se quedaba en éxtasis contemplando al Altísimo que iluminaba su alma desde la sagrada hostia, conmoviendo con este gesto a los devotos feligreses.

Su oficio fue socorrer a los más necesitados allí donde se encontrasen; su preferencia, los pobres y desvalidos que deambulaban por las calles; sus protegidas, las desamparadas mujeres de vida fácil y ligera que se ganaban las vida en esquinas y burdeles; su preocupación, los enfermos terminales; y su debilidad, los ancianos abandonados. Todos ellos le promovieron a la santidad, junto a los innumerables milagros que la tradición popular atribuye al agustino.

Milagros

Nadie duda que fue santo milagrero, pero pocos saben que hizo del milagro, profesión. Y si Jesús fue capaz de caminar sobre las aguas, este heredero local de sus ideas las hizo subir de un pozo que había en la ciudad para que saliera del mismo un niño que en él había caído, prendido en el cíngulo de su hábito. También tuvo el valor de detener la embestida de un toro necio escapado, cuando subía desbocado desde la Puerta del río hasta la catedral, aunque los descreídos atribuyan el frenazo de la brava res al cansancio acumulado por la bestia mientras subía la empinada cuesta que desemboca en la Puerta de los Carros de la Vieja Iglesia. Dicen que en algún sitio se encuentra la vasija milagrosa de donde salió el vino para muchos comensales, emulando con ello al Hijo de Dios que obró el milagro en las bodas evangélicas. También de milagro evitó recibir una paliza cuando un hombre rico contrató a dos linchadores para que hicieran callar al santo que no cesaba de criticar con dureza desde el púlpito a los poderosos que explotaban a los pobres, pues los matones quedaron paralizados ante el patrón salmantino. Más milagrosa parece la primera piedra que puso para tranquilizar las ilustres familias salmantinas, consiguiendo que dejaran las banderías y comenzaran a resolver sus problemas en una mesa. Por eso, no es arriesgado afirmar que su mayor milagro fue pacificar los bandos de linajes entre las señaladas familias de Maldonado, Anaya, Acebedo, Nieto, Arias, etc, que pugnaban a muerte por dominar la ciudad. Tal fue su compromiso con esta paz que los canteros esculpieron sobre la tumba del futuro santo un epitafio como recuerdo de su contribución a la paz local: "Aquí yace aquel por cuya mediación no yace Salamanca". ¡Ah!, y con sus oraciones libró a Salamanca de la peste del tifo negro. ¿Quién ha hecho más milagros en la ciudad?

Fin de trayecto

Cuenta la leyenda que fue envenenado a causa de unos amores, y pocos dudan que sea verdad. Al parecer la marquesa Isabel mantenía relaciones con un noble joven llamado Iñigo que el de Sahagún se encargó de romper con sus sermones, atemorizando el alma del mortal pecador que optó por abandonar a la amada a cambio de ganar la vida eterna. Como cabía esperar, la despechada marquesa urdió su venganza consiguiendo sustituir al médico que trataba al fraile agustino de unos trastornos estomacales, por un sicario bien pagado y complacido por los favores de la hermosa dama. El final puede adivinarse sin dificultad: a los pocos días de ser tratado por el impostor, el fraile murió en la celda de su convento el día 11 de junio de 1479, con cuarenta y nueve años de edad, sin enterarse de las fatales consecuencias que tuvieron sus redentores sermones. Cierto es que nunca se esclareció la verdad de los hechos, por la elevada posición social de la inductora y a que el presunto envenenador desapareció de Salamanca sin dejar rastro a seguir ni ganas de ir tras él. Sea como fuere, los restos del santo estuvieron dando tumbos de tumba en tumba hasta alcanzar el descanso definitivo en la urna de plata que se encuentra en el altar mayor de la Catedral Nueva. La última exposición pública de lo que queda de él tuvo lugar el 12 de junio de 1980. Recordemos, finalmente, que fue beatificado en 1601 por Clemente VIII y canonizado el 15 de julio de 1691 por Inocencio XII, cuando ya había sido nombrado patrón de la diócesis el 25 de agosto de 1868 por Pío IX.

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