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Mihail Sebastian
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Mihail Sebastian

Actualizado 13/06/2015
José Ramón Serrano Piedecasas

Tenía ganas de escribir algo sobre Mihail Sebastian. De él sólo leí su Diario (1935-1944) (Ediciones Destino 2003). Nada más. Quedé conmovido, conmocionado sería mucho decir, no obstante. A estas alturas de mi vida me cuesta lo indecible seguir un vericueto novelesco.

[Img #332367]Me seduce, sin embargo, cada vez más la ficción. Y la expresión más ficticia, supongo, son los diarios personales. No los que se escriben, amañados, para ser publicados en vida por sus autores. Me refiero, en cambio, a los manuscritos rescatados de alguna maleta, bohardilla, gaveta años después de su muerte por algún amigo o familiar, a esos me refiero. Me refiero a lo genuino, a lo no contaminado por la inmediatez. Parecido al que deposita, en el trance supremo de su propio naufragio, su relato vital en el interior de una botella arrojada al océano.

Todo lo que allá se diga, pienso, será, como dije, genuino. Ese tipo de "diario" me conmueve e incluso me conmociona. Por ejemplo me conmociona "El Proceso" de Kafka publicado por Max Brod después de su muerte, desoyendo las recomendaciones de su amigo ya fenecido: "quema, quema todo lo mío que tienes en tu poder.." Afortunadamente, Max Brod no le hizo caso a Kafka. Me dirán que "El Proceso" no es un "diario". Cierto, desde el punto de vista de los géneros literarios "El Proceso" no es un diario. Desde el "otro", algún día hablaremos de ese "otro", "El Proceso" es el relato más genuino y más (¡Oh paradoja¡) ficticio de la vida de Franz Kafka. Un ejemplo más, el "Diario 1910-1922" de Katherine Mansfield (Parsifal 1994).

Maravilloso diario. Recomiendo encarecidamente su lectura. Otro ejemplo, no puedo sustraerme a mis impulsos, "Diario de una vida conmocionada" de Etty Hillesum (Anthropos 2007). Una vida y una extraordinaria escritora, aún en ciernes, exterminada por los que nunca dudan (Auschwitz 1943). Pues bien, Mihail Sebastian se inscribe, con su diario, en esa pléyade de escritores que tiraron sus vidas auto relatadas al mar y de alguna manera llegaron a tierra firme. Escritor rumano, judío, muere, después de sobrevivir escondido de todo tipo de persecuciones antisemitas, arrollado por un camión en 1945 en una Bucarest ya liberada.

Treinta y ocho años de una existencia bien aprovechada. Licenciatura en Derecho y doctorado en París. Pronto abandona las leyes y se convierte en un especialista de Gide, Balzac o Proust. Publica, escribe en periódicos, autor de obras teatrales, íntimo de la flor y nata literaria de su país: Emil Cioran, Eugéne Ionesco, Mircea Eliade.... No obstante, desde los años treinta soplan en Europa, en Rumanía, nuevos vientos henchidos de valores milenarios: la devoción a un líder, a una fe, a una patria. La raza, la pureza de la raza no incluye a los gitanos, menos aún a la raza deicida. Como judío Mihail es proscrito, no puede ejercer la abogacía, no puede

escribir, no puede pasear por las aceras. Sus compañeros del alma le dejan caer en un inmenso pozo de soledad. Sus amigos, los que antes mencioné, se convierten en defensores acérrimos del nuevo régimen. Mircea Eliade, el autor de "La noche bengalí", de esa historia de amor frustrada entre una joven hindú y un joven funcionario occidental, tan bien contada, encuentra acomodo en Lisboa como funcionario de un régimen fascista. Mihail, entretanto, debe esconderse para evitar su deportación a Polonia. Y se refugia. ¿En qué se refugia? Se refugia en su propia humanidad. Y así se salva. Escucha durante días enteros a Mozart, Bach, Beethoven, Liszt....Música que capta a través de la BBC o Radio París. Ese diario es el diario de una victoria humilde y silenciosa respecto al pensamiento único, a la selección natural y al poder omnímodo. En fin el diario de Mihail Sebastian es el testimonio vívido de alguien que supo esperar contra toda esperanza.

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