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Juan de Sahagún, hombre pacificador
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Juan de Sahagún, hombre pacificador

Actualizado 12/06/2015

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"Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios".

En el Antiguo testamento se representaba a Dios como un Dios guerrero, en favor de su pueblo, por supuesto, pero guerrero al fin y al cabo.

En el Nuevo Testamento, en la nueva era o tiempo de la nueva alianza, Dios se manifiesta en Jesucristo como príncipe de la paz. Y, como tal, proclama que son bienaventurado e hijos de Dios todos los que trabajan por la paz. Todos, creyentes o no creyentes, creyentes de cualquier religión o cristianos de cualquier denominación.

En todas las épocas ha habido hombres pacificadores. Uno de ellos, de los más conocidos, lógicamente, entre nosotros es Juan de Sahagún. En su tiempo se enfrentaban los diversos bandos o banderías de la ciudad de Salamanca. En concreto, llevaban entre si una guerra violenta permanente las familias o bandos que se reunían en torno a las iglesias de Santo Tomás y San Benito. Juan, religioso y clarividente predicador fraile agustino, tomoó como objeto de sus predicaciones el invitar a los cristianos de ambos bandos a hacer las paces entre ellos, lográndolo con eficacia insospechada. Con razón, pues, podemos, y debemos, llamar pacificador al fraile agustino Juan de Sahagún, patrono, junto con Santa Teresa de Jesús, de nuestra diócesis de Salamanca.

Nos viene bien aprovechar la fiesta de este patrón, que se celebra cada año el 12 de junio, para reflexionar sobre la situación de banderías, de partidos, de ideologías, que en nuestros días se enfrentan rabiosamente unos a otros en nuestra querida España. Cosa que ha quedado más que manifiesto en las últimas elecciones de ayuntamientos y comunidades autónomas. No hemos llegado, gracias a Dios, por ahora, a violencias físicas, pero sí morales, verbales y de todo tipo de manifestación frontal, por encima de los intereses comunes, y más bien dando pábulo a la exacerbada defensa de los intereses partidistas y particulares de personas, ciudadanos, políticos, hombres de la economía, comunicadores, etc. Hay que reconocer, sin embargo, el acierto en el acuerdo entre los agentes del trabajo, empresarios y sindicatos. Algún gesto de paz, con gran esfuerzo de los intervinientes, que es justo alabar y vivir con esperanza.

No nos vendría mal, sin embargo, una ayudita de este santo pacificador. Y no digamos de otras dimensiones de la vida política, social y aun religiosa de nuestro maltrecho mundo. Cómo no recordar los últimos episodios de la cuasi fallida visita de Felipe González a Venezuela. O las violencias expresión de guerra entre Rusia y los pueblos de occidente por los intereses particulares en torno a la problemática de Ucrania. Sin olvidar todos los puntos de fricción y violencia en los diferentes países de Oriente Medio, Asia del Sur o Norte de África y el Magreb, por las presiones y violencias frente a todo lo occidental y cristiano, que crean permanentes tensiones de guerra por parte de los grupos islámicos más radicales.

Recientemente el Papa Francisco ha llegado a decir, en su poco resaltada visita a Sarajevo, que estamos implicados en una tercera guerra mundial por fases o por etapas. Duro, pero real. Y merece la pena que todos nos impliquemos en las tareas de la paz. Empezando por los de nuestra casa, de nuestro barrio, de nuestra ciudad, de España, de Europa y del Mundo.

Bien necesitamos inspirarnos en Juan de Sahagún, para que nos ayude a hacer realidad hoy el verdadero milagro que tanto necesitamos, por el que suspiramos todos, que venza violencias, hambre, corrupción e injusticias, que son el verdadero germen de las violencias y guerras de todo tiempo. Juan de Sahagún, hombre pacificador, ruega por nosotros.

Foto: Álex López

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