, 07 de diciembre de 2025
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Consejos
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Consejos

Acaba el curso y proliferan en los centros educativos las ceremonias de despedida. Cuando un alumno se va... Aunque alejado del instituto este año por motivos personales me colé el otro día en la que ahora damos en llamar graduación de 2º de Bachillerato cuyos alumnos y alumnas -es de justicia resaltar que ellas son mayoría y mayoría más estudiosa en general- terminan un mes antes que el resto para enfrentar la Selectividad.

Fue un acto entrañable, como casi siempre, en el que los profesores despedimos a los que se marchan y sus padres junto con los alumnos de los cursos inferiores ofician de espectadores. Reconozco que no sé muy bien como lo viven sus compañeros: si debajo de su algarabía sólo hay la emoción de hacer novillos permitidos durante dos horas o si realmente se emocionan al ver a sus hermanos mayores emperifollados como un día ellos lo estarán y recogiendo unas bandas de honor.

Siguiendo el programa previsto los chicos proyectaron un vídeo que habían realizado a los largo del curso y en el que, entre otras cosas, entrevistaban a sus profesores de manera divertida y les pedían al final que se atrevieran a darles un consejo. Un consejo, ahí es nada, y sólo uno. No me habían hecho a mí la petición porque no les imparto clase pero hube de sentirme concernido pues que además de acompañarlos durante cinco años les he entrevistado a menudo sobre su futuro. Y recordé que a mí los consejos sí me han servido a lo largo de la vida, como el de un profesor amigo que me dijo un día cualquiera al cruzarnos en un pasillo (y probablemente al notar algo en la expresión de mi cara): no dejes que el sol se ponga sobre tus rencores, que parece ser una frase de San Pablo o lo mismo del Mahatma Gandhi y que así, como sin querer, me ha evitado muchos berrinches. Ya sé que de estas pequeñas instrucciones para ser feliz se encuentran a manta en suplementos dominicales y claro que es fácil caer en la banalidad de algunos libros de autoayuda, pero allí sentado en el coqueto Teatro Municipal del pueblo que sobrevive al tiempo me dediqué a pensar en lo que podría decirles para ayudarles en su vida y se me ocurrían muchos consejos y ninguno, sobre todo porque he aprendido que no suelen interesarles los consejos de los adultos y hay que hacer pequeñas trampitas para que te escuchen y nunca sabes muy bien si tienes alguna ascendencia sobre ellos. Pensé en decirles que buscaran las respuestas en los poetas, en Bob Dylan por ejemplo, pero caí en la cuenta de que ya estará un poco pasado de moda clamar contra los poderosos (¿o no?) y se me ocurrió recomendarles las canciones de The Smiths, pero bueno, quizá The Smiths no, que podrían entristecerles. Y tampoco querría dar tantas pistas de mi propia vida, porque al elegir un consejo se deja traslucir algo de uno mismo. Concluí finalmente para mis adentros algo que considero muy importante en este mundo de relaciones sociales, con redes o sin ellas: cuando entabléis conversación o discusión, cuando queráis convencer de algo, asumid que quizá no tengáis razón, pensad desde la perspectiva del otro, poneos en su lugar. Y luego, surgiendo de lo más profundo se superpuso otro: vivid sin miedo a que os dejen de querer.

Cuando terminó el evento y abandoné el teatro sin decirle mis consejos a nadie pensé que con todo había sido un buen ejercicio personal: buscar la quintaesencia de lo que considero importante, de lo que me gustaría que esos alumnos que pierdo de vista escucharan de mi boca por última vez. Así que ahí se lo dejo a ustedes como tarea. Piensen qué les dirían a esos futuros ciudadanos aunque no vayan a decírselo. Su turno.

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