En la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo celebramos el día de la caridad. "La Eucaristía es el sacramento de la caridad. Es como su figura y su fuente". Esta afirmación se encuentra literalmente en la "Suma Teológica" de Santo Tomás de Aquino.
El día 31 de mayo de 1956, Juan Bautista Montini, por entonces arzobispo de Milán. desgranó esos dos conceptos, que ahora recordamos. En primer lugar, ¿por qué se puede decir que la Eucaristía es figura de la caridad y del amor?
1. La Eucaristía es don. Todos sabemos, por experiencia, por profunda convicción y por un deseo permanente, que el don personal es el signo privilegiado del amor verdadero. Y en este sacramento se nos da Jesucristo.
2. La Eucaristía es alimento para la vida. Todos los que aman han experimentado que el amor les ofrece razones y medios para sostener la vida. Y eso es una espléndida realidad en este sacramento.
3. La Eucaristía es recuerdo. Nuestra experiencia nos dice que para que el amor no se enfríe ni decaiga es preciso recordar el pasado, es decir, pasar las memorias por el filtro del corazón. La eucaristía evoca la entrega de Jesucristo.
4. La Eucaristía es presencia. El amor se vive en un presente que quisiéramos detener. Pero ninguna presencia humana puede ser un signo más evidente del amor que esta presencia de Cristo en el pan y en el vino.
5. La Eucaristía es promesa. Todos sabemos que el amor no sólo mira al pasado ni se estanca en el presente, sino que mira también al futuro. Quien ama siempre tiene una promesa que hacer. En este sacramento Cristo nos promete una convivencia eterna.
6. La Eucaristía es sacrificio. Sacrificarse por la persona amada es el mayor signo del amor verdadero. El sacramento de la Eucaristía recuerda y actualiza la caridad de Cristo, que se ha inmolado por nosotros.
Seis ideas que son el resumen de la reflexión cristiana sobre la eucaristía como figura del amor. Por eso añadía el arzobispo Montini: "No se puede tener un concepto, incluso simple y elemental, de la Eucaristía sin comprender que quiere significar amor".
Pero siguiendo a Santo Tomás, afirmaba el futuro papa Pablo VI que la Eucaristía no sólo significa el amor, sino que lo produce: "La Eucaristía es fuente de caridad. Caridad que se vierte sobre las almas. Caridad que quiere hacer de los fieles un solo cuerpo? Es fuente de caridad porque al hombre no se le dará ningún estímulo mayor que este para amar a Cristo, a Dios y a los hermanos".
Estas ideas no sólo reflejan la fe de la Iglesia sobre este misterio. Orientan y animan la actividad de los creyentes. Quien participa del sacramento del amor, no puede encerrarse a vivir después en el egoísmo y en la indiferencia. Celebrar la Eucaristía es el camino para hacerse personalmente Eucaristía en la vida diaria, es decir para entregarse con sinceridad y eficacia a los hermanos y hermanas que necesitan una mano compasiva.
José-Román Flecha Andrés
LA SANGRE DE LA ALIANZA
Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo. B.
7 de junio de 2015
"Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos". Con estas palabras acompaña Moisés el rito de asperjar a las gentes de su pueblo con la sangre de los animales degollados como sacrificio de comunión (Ex 24, 8).
Estas palabra están colocadas como culminación de lo que se suele conocer como el "Códice de la Alianza". La experiencia religiosa del Monte Sinaí significa la revelación de Dios al pueblo de Israel. El Dios que lo ha liberado de la esclavitud sufrida durante tantos años en las tierras de Egipto. El único de Dios.
Ahora bien, la iniciativa liberadora de Dios no estaba completa si el pueblo no asumía de forma responsable la tarea de continuar su liberación. Eso significan las normas contenidas en el Decálogo. De ahí que la moral de Israel haya que entenderla como la "Moral de la Alianza".
La aspersión con la sangre de las víctimas ofrecidas al Señor es el sello que viene a ratificar esa alianza entre Dios y su pueblo. Hay un pacto de Sangre entre el libertador y los liberados. La libertad es un don gratuito, pero es también una tarea responsable
LA ENTREGA DEL PAN
El texto evangélico que hoy se proclama nos sitúa en el contexto de la última cena que Jesús celebra con sus discípulos antes de su muerte. Dos de ellos la han preparada en la casa del hombre del cántaro. Se supone que es la cena pascual. Los hebreos sacrifican en el templo los corderos y dan gracias por la liberación que Dios concedió a sus padres.
Mientras están a la mesa, Jesús toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo da a sus discípulos: diciendo: "Tomad, esto es mi cuerpo". La entrega del pan, significa que Jesús ha entregado su vida por los suyos y ha de entregarla de forma definitiva. Aquel gesto abrazaba los tiempos. A la vez recordaba esa entrega y la anticipaba.
Pero, al mismo tiempo aquel gesto se convertía en modélico y normativo. Los discípulos habrían de repetir el signo y su significado. Celebrarían la eucaristía con fe en su Señor. La repetirían en la esperanza de su manifestación. Y la convertirían en memorial y signo de su caridad, es decir de su amor a su Maestro y de su amor recíproco.
EL VINO NUEVO
A continuación Jesús hace lo mismo con una copa de vino. Pronuncia la acción de gracias a Dios, la pasa a sus discípulos y todos van bebiendo de ella. Las palabras del Maestro han quedado grabadas en la memoria de los suyos:
? "Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos". Jesús es el nuevo Cordero de la Pascua nueva y universal. Con la sangre de Jesús, Dios renueva su alianza. Pero ahora no la ofrece solamente por los hebreos que peregrinan por el desierto. La ofrece en señal de redención por todos los hombres.
? "No volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios". La copa se pasaba de mano en mano como signo de comunión. Nos impresiona esa certeza de Jesús de que ya no beberá vino. Pero lo verdaderamente importante está en la segunda parte de la frase. Jesús anuncia la total novedad de la comunión fraterna en el Reino de Dios.
- Señor Jesús, en este día en que veneramos el regalo de tu cuerpo y de tu sangre, te damos gracias por el signo del pan y del vino. Por haberte quedado con nosotros en la Eucaristía. Por entregarte cada día por nosotros. Y por anunciarnos la eterna novedad del amor y del servicio compartido. Amén.
José-Román Flecha Andrés
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