El Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA-CSIC) trabaja desde hace años para combatirlas
El Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA, centro del CSIC) trabaja desde hace años para combatir a las garrapatas, que transmiten enfermedades al ganado y a las personas. Un reciente artículo publicado en la revista científica Ticks and Tick-borne Diseases realiza un repaso por la historia de estas investigaciones, que acercan cada día más la posibilidad de desarrollar una vacuna efectiva que permita controlar el problema.
Los investigadores del IRNASA centran su trabajo en dos especies de argásidos o garrapatas blandas, Ornithodoros erraticus y Ornithodoros moubata; la primera es española y la segunda, subsahariana. "Las dos causan daños directos al hospedador y transmiten dos enfermedades graves, la Peste porcina africana, causada por un virus, y la fiebre recurrente humana, producida por bacterias del género Borrelia", explica a DiCYT el investigador Ricardo Pérez.
Estos problemas son especialmente graves en África y su prevención y control pasan necesariamente por eliminar las garrapatas del entorno doméstico y peridoméstico, donde sus hospedadores principales son los cerdos y las personas. La tarea es complicada y los métodos tradicionales, como la aplicación de acaricidas químicos, no son eficaces debido a que estas garrapatas blandas sólo necesitan unos minutos para alimentarse de la sangre del animal antes de volver a refugiarse en agujeros del suelo o las paredes, donde los acaricidas no las alcanzan, a diferencia de las garrapatas duras, más conocidas y fáciles de ver porque necesitan pasar varios días sobre sus hospedadores para alimentarse.
Por eso, el desarrollo de vacunas frente a estas dos garrapatas blandas es una alternativa más deseable y la mayor parte de los avances publicados en este campo pertenecen a los científicos del IRNASA. Sus resultados son interesantes, ya que han logrado identificar antígenos protectores que podrían servir para desarrollar vacunas. "Hemos conseguido protecciones de entre el 50 y el 70%", lo que significa que las garrapatas toman mucha menos sangre y ponen menos huevos, con lo cual, a medio plazo su población disminuye.
Aunque esta protección no supone la erradicación total del problema, unida a los métodos tradicionales puede aumentar la eficacia de un sistema de control más integral. Por ejemplo, junto con la vacunación se podrían utilizar acaricidas, pero con menos frecuencia y en menor cantidad, lo cual reduciría costes y la posibilidad de que aparecieran resistencias.
Sin embargo, desarrollar una vacuna antigarrapata que pueda ser ofrecida al mercado no es sencillo y prueba de ello es que las únicas vacunas contra las garrapatas que se han comercializado hasta hoy datan de los años 90 y están indicadas para una sola especie. "Es difícil identificar antígenos protectores, las garrapatas son organismos muy complejos capaces de hacer frente a las vacunas y compensar sus efectos", apunta la científica del IRNASA Ana Oleaga.
Nuevas técnicas
El reto es encontrar una combinación de antígenos que eviten que la garrapata se defienda, una tarea ardua, pero cada vez más asequible gracias a las nuevas técnicas de genómica y proteómica. "Antes se buscaban los antígenos de uno en uno, pero ahora el abordaje es masivo, podemos analizar al mismo tiempo muchos datos, aplicar criterios de selección y pasar a realizar ensayos experimentales para comprobar el potencial protector de los antígenos seleccionados", explican los investigadores.
La gran meta sería la consecución de una vacuna universal contra las garrapatas, pero cada especie tiene sus particularidades y "lo que va aportando cada grupo nos vale a todos". Al margen de ese objetivo, la información que se está acumulando es de gran utilidad para la ciencia, puesto que gracias a esta línea de investigación se está obteniendo gran cantidad de información inédita sobre los genes y proteínas de estas dos especies de garrapata.