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Una parábola neoliberal
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Una parábola neoliberal

Actualizado 06/06/2015
José Ramón Serrano Piedecasas

Jacob tenía doce hijos y habitaba, según Tolkien, en la Tierra Media. El primogénito se llamaba Levi y se dedicaba a la banca. Es decir, era muy listo, muy rico y para nada escrupuloso. Con ello quiero decir: comía de todo. Un hermano suyo oficiaba de guardián armado acompañando a Levi y protegiendo así su vida y bolsa de los ladrones y menesterosos que acechaban en plazas y caminos. Otro de ellos se desempeñaba como druida y se dedicaba a sermonear a todo el mundo: "¡Hermanos -decía con voz tonante- obedeced a vuestro padre, respetad la propiedad ajena, no forniquéis. Conformaros con vuestro destino y sabed que la vida verdadera está por llegar¡". Del resto de los hermanos, dos se dedicaban al pequeño comercio y el resto trabajaban las tierras como jornaleros. Transcurría el tiempo y todos estaban contentos. Fueron siete años de abundancia. Levi, entretanto, había prestado mucho dinero a las gentes. Les decía: "¡Amigos pensad en grande, mirad a lo lejos¡ ¿Acaso seguiréis toda la vida viviendo en morada ajena? ¿Acaso no os merecéis una bonita casa en propiedad? Yo os ofrezco esa oportunidad. El dinero que os preste apenas tienen intereses y, si os place, podréis devolvérmelo dentro de veinte o treinta años". No obstante, llegó, como sucede siempre, la "sequía pertinaz" y esos flamantes propietarios se quedaron hipotecados y sin trabajo, y Levi sin su dinero. En dos palabras: Levi entró en "default". Pero Levi, entornando los ojos, se dijo: "Hablaré con mi padre y él me ayudará". En efecto, al día siguiente se presentó ante su padre con el rostro contrito: "Padre, tú sabes que yo he sido siempre para ti un buen hijo. Y tu sabes que también he cuidado del bienestar de mis hermanos y allegados. Ahora debes ayudarme a salir de esta difícil situación económica". "Lo que me dices es cierto, responde Jacob, de mis hijos eres el que tengo más cerca de mi corazón. Sin embargo, este no es mi problema, es, hijo mío, el tuyo" "Padre, responde Levi, mi pobreza será la deshonra de la familia y lo que es peor, tu dejarás de percibir el dinero que te hacía llegar todos los meses en sobres y alforjas" "Amado hijo, responde el padre de inmediato, ¿cómo podría ayudarte?". El banquero respiró hondo, se ajustó el nudo de su corbata roja, colocó sus pies sobre el escritorio y aparentando cierta desgana, contestó: "Mis socios alemanes, Presidente, exigen modificar el contenido del artículo 135 de la Constitución". Enarcando sus grandes cejas, el Presidente exclama: "Eso está hecho".

Moraleja: No es cierto que nuestros políticos se olviden de los ciudadanos. ¡Se preocupan¡ Lo que pasa, es que sólo se preocupan por algunos de ellos. En efecto, las deudas privadas de éstos se hacen públicas y los beneficios públicos de aquellos se privatizan.

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