De qué vamos

Llevamos ya unos días en los que los partidos lo único que hacen es observar el panorama de pactos, las posibilidades, las canalladas, las mentiras y las patrañas con las que engañar al ciudadano que los votó con una idea y, ahora, ve cómo se la cambian, sin más explicación, en un juego de trileros que encubre el desahogo sexual de un viejo con una meretriz sexagenaria, en un actuar que genera corrupción y ponzoña, por más que pretendan vestirla de bella y virgen dama a la que cortejan señoriales y caballerosos jovenzuelos. Ja, ja,.

Además, en los partidos, se lamen las heridas de la campaña, pero esos lametones no acaban de cumplir su misión, no acaban de asumir sus responsabilidades, no son capaces de reconocer los errores y, en menor medida, no son suficientemente señoriales como para pedir disculpas por los mismos, analizar la situación y proponer alternativas. No se trata de huir, de dimitir, de dar un paso atrás, que a lo mejor no son malos actos, de lo que sí se trata es de hacer examen de conciencia, mostrar el dolor de los pecados y tener ánimo de enmienda, como se proponía en el catecismo antiguo aplicado a la política, que nada de eso es malo. El problema es que ni lo conocen.

Algunos, en su ansia de poder, hablarán de personas, de cargos, de posiciones, sin entender que eso no es más que una jugada de ajedrez en la que lo importante son las estrategias, los movimientos, las piezas y no los que ocupan el lugar. ¡Pobres diablos! así están dejando la política, quítate tú para ponerme yo. ¡Uff! ¿cuándo entenderemos que hemos de demostrar que la política se puede hacer de otro modo?.

La clave se encuentra en dejar gobernar al que los ciudadanos han otorgado la mayoría, sea este PP, PSOE, Cs. o Podemos, obligarles a hacerlo con diálogo, humildad y sin el más mínimo de altanería, exigiendo que gestionen correctamente los designios municipales, que no se hagan cábalas de otra índole y que, a los que no se les ha concedido la mayoría, o incluso no se les ha permitido entrar en los entes locales, con solidez, solvencia, seriedad, trabajo y lealtad, estén vigilantes en su labor de oposición. Los cinturones, los miedos, las patrañas, no son más que eso, las usan los melindrosos, los cobardes, los inconsistentes y, al final, eso, se paga.

Viñeta: El Roto