Historia de un apasionado espíritu 'motard'

La mitología del mundo de las dos ruedas en general y de las Harley-Davidson en particular, nos lleva a recordar míticas películas como Easy Rider, en la que dos camellos de poca monta las pasaban canutas en una parte de su país donde, cuatro paletos se las hacen pasar bien putas, o recordar clásicos como Born to be wild de Steppenwolf (vulgarizado en los 90 por programas de medianoche y los malditos anuncios). Todo esto forma parte de la iconografía de los americanos, interminables autopistas sobre las que las altas temperaturas hacen ver a los moteros espejismos de sensuales chicas más bien ligeras de ropa. Aquí eso no ocurre, o si?

A escasos diez minutos de mi casa, cruzando la 'ciudad estrecha' por su lomo más elevado, me encuentro de repente inmerso en un mundo gobernado por las llaves inglesas y la grasa de las máquinas, un tipo enjuto y con manos curtidas ajusta con una llave las tuercas del motor de una desbrozadora, luego una scooter pasa por sus manos, después una segadora desportillada, más tarde una bici de carreras?pero además Manolo González, que es quién realiza todos eso arreglos, desgasta decenas de ruedas a lo largo del año, acudiendo a cuantos encuentros moteros se organizan por las proximidades del país vecino y a veces incluso en España, a lomos de sus Haleys, el chico tiene dos, qué pasa?.

Le persigue el espíritu 'motard', ese que hace de la camaradería sobre las dos ruedas una forma de vida, "Get your motor running Head out the highway, Lookin' for adeventures and whatever comes our way", dice la letra de Born to be wild, y eso mueve a Manolo cada fin de semana a dejar el mono y calzarse un chacleco de cuero acribillado a escudos bordados de los diferentes clubs moteros de la Lusitania. Guarda todos los bordados de las inscripciones y el chaleco ya no da para más, empezó a organizarlos en álbumes de fotos y yo vi al menos tres.

Todo esto surge de la pasión que, desde muy joven, tiene Manolo por las motos. Se juntaron cuatro amigos y crearon un símbolo Ruteros Béjar con una abeja panzuda (no, no es una especie de abeja) guiando una moto de largas horquillas, que echa fuego por los tubos de escape, al final quedó el solo rodando y así continúa cruzando la frontera todos los fines de semana. En el año 2014 salió 43 fines de semana a las diferentes concentraciones portuguesas de las que -por cierto- habla muy bien, y donde es tratado, según él, de manera excepcional. Manolo tiene decenas de trofeos en su estanterías tanto de presencia como de más kilómetros recorridos, al margen de algún que otro homenaje recibido.

Manolo está llevando el nombre de Béjar por todas las concentraciones moteras portuguesas a las que acude, desde 2007 no para, un embajador que ha conseguido sin proponérselo que se presenten decenas de moteros lusos de la zona de Guarda, a recorrer la comarca bejarana, sin aspavientos y sin pedir nada nadie. Él sigue a lo suyo, durante la semana trabaja duro, pero el fin de semana es para su pasión, alternando sus dos burras para que ninguna sufra más de la cuenta, que el año es muy largo.