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La silla y las moscas que tiene pegadas...
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La silla y las moscas que tiene pegadas...

Actualizado 27/05/2015
Andrés Barés

Pasada la jornada electoral nos podemos preguntar: ¿en qué sociedad vivimos?, y una vez más, podemos afirmar en una sociedad poco informada, o poco formada, en la que hay una mayoría cautiva por el miedo a lo que ha de venir, que luego en llegando se transforma en el siguiente, pero que no vive el presente de la miseria a la que está abocada. En Salamanca como en Castilla y León hemos sufrido la crisis de una manera brutal pero la inconsciencia de esta sociedad hace que no seamos conscientes de ella. Mesa camilla, cocido y matanza parece que adormecen a los que vivimos en el oeste de España mientras nuestros gobernantes hacen de su capa un sayo. Provincias en las que ha mediados del siglo XXl no tienen más medicos de guardia que los de la capital. Poblaciones envejecidas y dispersas por falta de comunicaciones e infraestructuras educativas para fijar la población joven en el mundo rural, las sanitarias han desaparecido ya, etc, etc, etc... Un campo que vive de la subvención mientras algunos rezan para que los labradores y ganaderos se vayan muriendo para no mantener el mundo rural que luego ya se lo venderan a algún amiguete que lo convertirá en el paraiso de Europa. Eso y mucho más es lo que hay y lo que parece que nadie quiere cambiar. En el resto de España vemos que se pelean por llamar ciudadanos a los suyos, como si los demás no fueramos ciudadanos, ni tuvieramos el mismo país y la misma bandera. España en escombros, afirmaban a principios del siglo XX, parece que no hemos dado ningún paso adelante, bueno algunos tenemos calefacción en vez de lumbre, y un coche en vez de mula, y una vitro en vez del fogón de paja.

[Img #317204]La educación desempeña la función más decidida que puede pensarse en una sociedad que se pretenda moderna. En su cualidad y cantidad estriba el estado y progreso tanto de las artes y de las ciencias, el desarrollo y aplicación de la tecnología, como el valor moral de las personas, en definitiva, de una nación.

Si miramos hacia la enseñanza universitaria a la que están expuestos hoy cientos de miles de estudiantes, vemos una enseñanza inspirada en un mal llamado progresismo, que se esfuerza por divorciar el conocimiento de la investigación, presente en toda concepción humanista y artística, y sobretodo la capacidad de análisis y de pensamiento del alumno con asignaturas que durán escasos 30 días lectivos, que no dan tiempo más que a leerse las tapas de los libros y a hacer trabajos con el recorta y pega de internet. Lo cual nos lleva a considerar que con tanto recorta y pega la cultura ha tocado techo, pues no se crea nada nuevo en lo que respecta al pensamiento.

Pronto ni Sócrates, ni Séneca, ni Descartes, ni Kant, ni Platón, ni Tomás Moro, ni Montesquieu, ni Marx, cada vez menos Cervantes y Chretien de Troyes, Dante y Goethe, Molière y Shakespeare serán una válida en nuestro discurso moral, ni en el personal y, menos aun, en el colectivo. La tradición cultural occidental, entendida en todas sus variedades internas, como búsqueda incesante, por vía de la razón, de lo firme y lo duradero, debe de ser de nuevo reivindicada o al menos incentivada. La sociedad cada día está más divorciada del pensamiento y de lo que le rodea.

Ernst Bloch en su obra "El Principio Esperanza" nos dice: "En sentido primario, el hombre que aspira a algo vive hacia el futuro, el pasado sólo viene después y el auténtico presente casi todavía no existe en absoluto. El futuro contiene lo temido o lo esperado; según la intención humana, es decir, sin frustración, sólo contiene lo que es esperanza". La historia ni quita ni pone, está ahí y fue, los que la hicieron pasaron, nada tienen que ver sus problemas con los que nuestra sociedad actual tiene, como reto, dentro de un mundo supranacional, cada vez más entrelazado con vínculos económicos, políticos y sociales. No hay que olvidar la historia, pero sí quitarle astillas y reflexionarla con rigurosidad desde el pasado, que no es en ningún momento el presente ? en ocasiones manipulado -, para que nos ayude a todos a enfrentarnos al futuro de forma constructiva. Si hay que pactar se pacta pero con sentido común y con afán de construir, no de conservar la silla y las moscas que tiene pegadas.

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