Colegio del Pan y Carbón

En Salamanca se establece el primer Colegio Menor, conocido como el del Pan y Carbón; también, Viejo de Oviedo, para evitar confusión con el Colegio Mayor de Oviedo. Fue el primero de los colegios salmantinos, fundado por Gutierre de Toledo (Obispo de Oviedo) en 1336, funcionó hasta el año 1780. Constaba de seis plazas destinas a: dos estudiantes ovetenses, dos toledanos (el mencionado obispo era natural de Toledo) dos palentinos (el obispo tenía familia en Palencia) y su tío Gutierre de Luna (era obispo de la diócesis de Palencia) o de San Adrián.

Corría el año 1381, Doña Juana esposa de Enrique II, le adjudica a Salamanca ?gabelas- (tributo que se pagaba al señor feudal, o al rey, en la Edad Media) en este caso se cobraban del pan y del carbón que se consumía en la ciudad. La estatua de Colon obra del escultor Eduardo Barrón, enclavada en la plaza del mismo nombre, nos permite recordar que allí estuvo el mencionado colegio.

Estas fundaciones especialmente la de colegios seglares, se hacían para que pudieran estudiar jóvenes pobres, pero brillantes en sus estudios, los promotores como el del Pan y Carbón, sufragaban los gastos, con impuestos, que Dª Juana cedía para mantener tanto el edificio, como los estudiantes, estos recibían "una beca" que pagaba sus estudios. La posesión de esa beca, se manifestaba con una tira de paño de un color como distintivo de a cual pertenecía, se cosía a un extremo de la pieza en forma de rosca forrada, que en sus comienzos servía de bonete a los colegiales, hasta que fue sustituido por el birrete de cuatro picos.

Los colegios se situaban en las cercanías de la Universidad, considerando estos lugares como lo que actualmente se llaman "Campus", salvo los Colegios Mayores y algún menor como el Trilingüe y Monte Olivetti, que se construyeron para tal menester, los demás se instalaban en casas existentes.

Muchos fueron desapareciendo con el tiempo, por la escasez de sus rentas, y la reforma de la enseñanza que Carlos III llevó a feliz término, muchos estaban sus edificios en ruinas o eran insalubres, en otros los alimentos brillaban más que las mentes de sus alumnos, algunos resultaban una autentica rémora para la Universidad.

Por la escasez de medios, desaparece el Colegio del Pan y carbón, no obstante les animo a que paseen o descansen en la Plaza de Colón, si tienen suerte, pueden observar desde la niebla, alumnos becados, que en las tardes primaverales comentan sobre libros, exámenes, vivencias dentro de las aulas, y como no podía faltar, sobre amores, sus primeros escarceos en el arte de sentirse amado, son espectros que se crean, y recrean en cada rayo de sol, mas allá de la sórdida codicia y el estrago del tiempo.