Supo conjugar la sencillez franciscana, la ciencia teológica y un gran celo como guardián franciscano y prelado
La actual diócesis chilena de Temuco es la jurisdicción que se reparte el gobierno eclesiástico del territorio de la IX Región de la Araucanía, Chile, con la Diócesis de Villarrica, abarcando toda la Provincia de Malleco y parte de la Provincia de Cautín; comprendiendo de esta, la totalidad de las comunas de: Perquenco, Galvarino, Cholchol y Temuco, y la mayor parte de las comunas de Lautaro, Nueva Imperial y Carahue Su obispo actual es Mons. Héctor Vargas Bastidas, nombrado el 14 de Mayo de 2013. Pero el primero fue salmantino y franciscano, Fray Antonio de San Miguel y la diócesis ?la segunda en Chile- se llamaba La Imperial, erigida el 22 de marzo de 1563, por el Papa Paulo IV. Fray Antonio de San Miguel recibió la consagración episcopal en Lima, de manos del primer arzobispo limeño fray Jerónimo de Loayza, en febrero de 1568 y en mayo de 1571, llegó a La Imperial a hacerse cargo de su diócesis, cuya jurisdicción se extendía desde el río Maule por el norte, hasta el extremo sur del continente, y desde el océano Pacífico hasta el Atlántico. Veinte sacerdotes del clero secular y veinte del clero regular (mercedarios franciscanos y dominicos) colaboraban con el obispo en la atención espiritual de españoles y nativos. El nuevo obispado tuvo una vida floreciente y fue -entre otras cosas- la sede del primer seminario chileno que se erigió en conformidad con las disposiciones del concilio tridentino.
Nuestro prelado nació en 1521 en Salamanca; sus padres, Antonio de Avendaño y Juana de Paz, hidalgos, eran de Ledesma. A los 18 años ingresó en el convento de San Francisco de Salamanca, estudió teología en la Universidad y fue ordenado sacerdote. Cuando formaba parte de la comunidad en Toro fue enviado al Perú. Siendo guardián del convento de Lima, la Audiencia le pidió que acompañase al ejército realista para apresar al rebelde Girón y cuentan las crónicas que gracias a su prédica a los soldados la víspera de la batalla de Pucará aseguró la victoria. Más adelante, como guardián del Cuzco, tuvo que predicar en la catedral y, al ver a un buen número de encomenderos, les habló acerca de la justicia como virtud moral, de la restitución, alentándoles a que fundasen hospitales y obras de caridad: "Mostraos, señores, tan largos y dadivoso como os mostrasteis fuerte y valerosos para ganar este imperio".
Nombrado obispo, llegó a su sede chilena en 1568. Como lo describe el P. Enrique Fernández "era religioso corpulento, grave y modesto" (en "Perú cristiano" (PUCP, Lima, 2000, pp.189-90). Consagrado en Lima por el arzobispo fray Jerónimo de Loaisa OP, tomó posesión de su pobrísima diócesis de La Imperial, asolada además por la guerra contra los Araucanos. En sus cartas a Felipe II insistía en que la guerra continuaría mientras persistiese el sistema" injusto de la encomienda, lo mismo que el servicio personal de los Indios.
Pidió al rey la fundación de un colegio en La Imperial, más aún, de Universidad. Sabemos que puso en marcha un seminario modestísimo. Participó en el Concilio Límense III, 15824583, en el que apoyó constantemente al metropolitano Santo Toribio Alfonso Mogrovejo en orden a abrir proceso al obispo del Cuzco, don Sebastián de Lartaún, quien a su vez recusó como visitador al obispo fray Antonio de San Miguel. Este celebró en La Imperial un sínodo diocesano y encargó la traducción del catecismo límense al idioma araucano. De 1571 a 1574 visitó canónicamente su dilatada diócesis y sus siete curatos de La Imperial, Osorno, Concepción, Valdivia, Castro y Angol o Confines, llegando hasta Chiloé. En defensa de la justicia y de la inmunidad eclesiástica el obispo San Miguel hubo de chocar con la Real Audiencia de Concepción y logró la supresión de la misma en 1573.
En 1587 respondió a 18 capítulos de acusaciones del teniente gobernador y jurista doctor Luis López de Azoca. El obispo San Miguel había confiado 11 doctrinas a regulares nombrados por él mism.o En 1589 ambos, obispo y gobernador, abandonarían Chile. Fray Antonio de San Miguel dejaba su querida diócesis, regida con tanta integridad y celo apostólico durante 22 años, camino de Valdivia para asumir la diócesis de Quito, a la que había sido promovido por el papa Sixto V Pero tres jornadas antes de alcanzar su sede quitense, expiraba en Riobamba en noviembre de 1590. Un excelente prelado de nuestra tierra, Luis López de Solís, llegaría años después como sucesor.
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